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El gazpacho perfecto

No hace falta conocerme mucho para saber que desde muy pequeña le cogí, para mi desgracia, animadversión al gazpacho. Como el karma es así de puñetero, el plato preferido de mi chico es el gazpacho. Ante semejante cuadro y dado que yo soy la reina de la cocina en casa, mi chico tiene que aprovechar cuando yo me escapo una tarde de casa para preparárselo porque fue el tal el trauma, que no puedo ni siquiera estar cerca cuando se mete en faena.

Pero mi chico es perseverante como pocos y aunque sea a ratos o a cachos, el consigue, día tras día, y aunque no me dé un paseíto de los míos, que haya una jarra de gazpacho esperándole en la nevera.

También es un rato más listo y sabe que en materia de cocina me pico con facilidad, así que me retó a preparar un gazpacho para ustedes, seguidores de este blog, porque yo, de chulilla, siempre le repito que sabría hacer el gazpacho mil veces mejor que lo que él lo hace.

Aquí el resultado del reto. ¿Quién ganó? Mi chico. Pero no porque su gazpacho esté más bueno, sino porque consiguió que sin esfuerzo y tiempo de ningún tipo, tuviera una jarra de gazpacho en la nevera esperándole. Eso sí, dice que mi receta es la de un gazpacho perfecto.

 

INGREDIENTES

 

  • Un kilo de tomates en rama.
  • 80 gr. de pepino ligeramente pelado.
  • Una cebolla pequeña.
  • Dos dientes de ajo.
  • Un trozo de pimiento rojo.
  • 80 ml. de aceite de oliva virgen suave.
  • 30 ml. Vinagre de vino.
  • Una cucharada tamaño postre de sal gruesa.
  • Cuatro cubitos de hielo o un vaso de agua muy fría.

 

 

ELABORACIÓN:

Lo primero que haremos será lavar muy bien todas las verduras y frutas (el tomate es una fruta). A los tomates les retiraremos los pedúnculos tal y como se muestra en la foto y a los dientes de ajo, el germen central para que no nos repita.

En el fondo de una batidora potente, colocaremos los cubitos de hielo. Si la batidora que dispusieran no picara hielo, sustituyan los cubitos por un vaso de agua muy fría.
Seguidamente iremos cortando todas las verduras y frutas del mismo tamaño aproximadamente y los iremos incorporando al vaso de la batidora.

Verteremos el vinagre y añadiremos una cucharada tamaño postre de sal gruesa.

Batiremos a la máxima potencia durante dos minutos. Una vez pasados los dos minutos verteremos el aceite de oliva y volveremos a batir unos 30 segundos. No batiremos desde el principio con el aceite porque entonces el gazpacho emulsionaría y eso lo dejaría de color anaranjado y no tan rojo y apetitoso a los ojos.

Verteremos en una jarra, preferiblemente de cristal y sobre la marcha conservaremos en nevera para que esté bien fresquito antes de tomarlo.

Acompañarlo de unos tropezones de pan frito, es el toque final perfecto.

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Ensalada de reencuentros

Los que me conocen bien, dicen de mi que tengo mucha memoria. Mis hijos no están de acuerdo con esta afirmación, aún no saben que a veces, las personas, preferimos el olvido como opción y no como descuido. Ya lo aplicarán ellos mismos más adelante, seguro. Pero esta ensalada de hoy lleva mucho de esa memoria que si que guardo, más que por opción,  porque está grabada en mi corazón. Personas, lugares, anécdotas, risas, algunos llantos, infancia, adolescencia, juventud y madurez. Personas con las que crecí, SERES HUMANOS mayúsculos que ejercieron más allá que unos tíos y unos primos y a los que la vida, por muchas vueltas, piruetas y saltos mortales que dé, nunca los podrá sacar de esa prodigiosa memoria y del cariño más bonito, más puro y más auténtico que se puede sentir. Vanesa, Raquel y Armando fueron más que primos y a cualquiera de ellos me gustaría verlos ayer, hoy, mañana, pasado mañana y cada día que trote por este mundo. Vanesa, valentía y pasión, Raquel, cariño, paciencia y corazón, Armando, sonrisas y bondad. Con ellos corrí por el picón de Firgas, desde mi más tierna infancia, salté setos del romero más bonito que he visto jamás, caminamos por orillas y jugamos al clavo en mil playas, corrimos por laderas de montañas, saltamos en piscinas, nos acompañamos y alegramos en bodas y bautizos, nos consolamos en funerales y así fue fluyendo la vida, viéndonos crecer y viéndonos hacer. Algunas circunstancias nos llevaron a transitar caminos paralelos, pero Vane hace poquito nos unió, nos volvimos a ver como ayer, nos dimos el cariño de siempre, ese que nos unió desde niños y sumamos nuevos recuerdos que desde ya les adelanto, seguro que nunca olvidaremos, como esta ensalada que está tan deliciosa que sabe justamente a eso, a lo que saben los reencuentros cuando te encuentras con gente a la que quieres de verdad, con todas tus ganas y para siempre.

 

INGREDIENTES:

  • Rúcula.
  • Dos lomos de salmón fresco.
  • Eneldo.
  • Dos aguacates grandes.
  • Sal del Himalaya.
  • Aceite de oliva virgen.
  • Vinagre de manzana.

ELABORACIÓN:

Comenzaremos lavando y secando muy bien la rúcula, pueden sustituirla por canónigos si les gustan más.

Mientras lavamos y dejamos secar la rúcula, en una sartén, haremos los lomos de salmón, previamente cortados tamaño bocado, a la plancha, con muy poco aceite y añadiremos eneldo espolvoreado. Los lomos no los dejaremos muy hechos, sino un minuto por cada lado.

Sobre la bandeja en que vayamos a servir la ensalada, dispondremos en la base la rúcula y sobre ésta los trozos de salmón. Cortaremos seguidamente los aguacates, también tamaño bocado y los dispondremos sobre la rúcula y el salmón.

Aliñaremos comenzando con el aceite de oliva virgen.


Verteremos el vinagre de manzana.


Y por último aderezaremos sobre el conjunto con esa sal del Himalaya con ese sabor tan peculiar que hace que esta ensalada sorprenda muchísimo a todo el que la prueba.

 

Y ya la tendremos lista, llena de nutrientes excelentes para nuestros cuerpitos y si la disfrutan con gente a la que que quieren, seguro que estará aún más deliciosa.