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Globos aerostáticos en 2023

Lo bueno de empezar un nuevo año es que, a pesar de lo bueno o malo que haya sido el anterior, siempre esperamos algo mejor. Nos llenamos de propósitos, algunos de mejora, otros de enmienda, pero lo cierto es que casi nada de ello lo cumplimos. Deberían nombrarlo “el día más hipócrita del año”. Y debe ser cosa de la edad o que este año, este 52 cumpleaños, ha tenido ciertos matices que al igual que las frutas que llegan de países lejanos en contenedores al frío, recolectadas antes de tiempo y que llegan a los mostradores de nuestros supermercados duras como piedras y que, mágicamente, maduran en un un día, así ha sido para mí. Una fruta que maduró en un día. Y por eso no espero nada de este nuevo año, ni bueno, ni malo, porque todos traen todo eso en mayor o menor medida. Lo importante es lo que hagamos con ello.
Hace poco recordé una frase que junto a la de “¡Llegan los indios!” o la de “¡Arenas movedizas!, me provocaba un gran desasosiego en las películas de los sábado por la tarde: ¡Hay que soltar lastre! El globo aerostático empezaba a perder altura y había que hacer que subiera a toda costa si no querían estrellarse en el desierto, en cumbres montañosas o en el mar. Primero era fácil, los sacos de arena que colgaban alrededor de toda la cesta (que siempre me pareció de lo más precaria), y luego había que escoger qué tirar de lo valioso que llevaban a bordo, maletas, comida, agua, armas…mientras alguien intentaba insuflar gas a toda mecha para que el globo subiera. Y, curiosamente, esa frase tan inquietante para mí, se convirtió hace unos días en mi lema, no mi propósito.
En mi cesta hay cosas valiosísimas, que lejos de lastrarme me ayudan a seguir subiendo y subiendo, caminando sobre las nubes sobre las que floto todos los días. Pero también hay lastre que pesa y que no aporta ningún valor. Así que ¡Que llegan los indios!, ¡Arenas movedizas! y ¡Soltando lastre!

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Algo personal

Tengo 51 años. Considero que tengo una autoestima muy alta. Y eso que de pequeña me preguntaron, en muchas ocasiones, si tenía novio. Una vez, sí que una experta en Recursos Humanos, y tras el correspondiente test, me señaló que “mis barreras de defensa eran muy altas”. Lo señaló como un aspecto negativo. Yo era mucho más joven y no le di mayor importancia. Ahora, se lo confirmo, eran y son altísimas, y lo fueron siempre por la cantidad de mala gente, mujeres en un 95%, que me he ido encontrando por el camino de la vida. Aun así, como decía, mi autoestima, mi seguridad y mi felicidad general, están por las nubes. Y eso que de pequeña, de adolescente, de joven y todavía ahora, creo en el amor romántico.
Sigo caminando por la calle con una sonrisa y eso que, a lo largo de mi vida, he recibido un montón de piropos. Y aún sigo recibiendo alguno, de los que se atreven, claro, porque se arriesgan a que pueda salir corriendo a denunciarles por decirme un comentario bonito. Piropo, no obscenidad.
Mi autoestima sigue ahí, y eso que nunca me vestí ni me he vestido, con esa hipersexualización que veo a diario, en la calle, en las redes, de niñas, ni siquiera adolescentes todavía, porque ahora parece que mientras más te desnudes más libre eres , más empoderada estás, ¿de verdad? Los mensajes que esas niñas, jóvenes, están recibiendo, o bien, no están bien emitidos, o la recepción llega totalmente distorsionada por el ruido que están haciendo tantísimas mujeres que les gritan que lo mejor es llegar solas y borrachas a casa. Yo llegué muchas veces sola y borracha a casa y no me enorgullezco en absoluto. Cómo me arrepiento. Solo dos veces(por suerte), tuve problemas: una noche de nieve en la que no había ningún taxi y un señor me siguió por las calles de Oviedo proponiéndome algo nada bueno. Y otra, en la que un grupo de chicas de mi mismo instituto caminaban detrás de mi insultándome, amedrentándome y llamándome “Guarralupe”. Y es que la envidia, sigue siendo muy mala y la maldad, sigue existiendo y siempre existirá. Malos y malas. Naturaleza humana, se llama. No patriarcado.

Tras varios párrafos, mi autoestima sigue ahí, yo diría que hasta crece a medida que voy escribiendo, porque aunque me dicen que algunas mujeres necesitamos aprobación y validación masculina por el carácter de mis opiniones, yo nunca la necesité, incluso cuando mi extrema delgadez, era objeto de mofa y ridiculización en mi entorno adolescente, tanto por parte de hombres como de mujeres. Dicen esto, mientras claman que se necesita meter en publicidad a mujeres gordas u obesas porque si no, estas no se sienten válidas o incluidas en la sociedad. ¿Quién necesita esa validación? Y más aún, ¿quién necesita esa validación trucada?

“Mi cuerpo, mi decisión”, por supuesto: come lo que quieras, bebe lo que quieras, practica el sexo que quieras; pero no me grites esto desde tu púlpito, sin gritarme también que la obesidad es una enfermedad, que la extrema delgadez, también; que emborracharte con 12, 16, 26 años, que un coma etílico, es muy perjudicial para tu salud; que volver solo a casa, a altas horas de la madrugada, puede  ser peligroso, porque siempre existirán los depredadores y los malos y las malas; y que en siglo XXI, puedes quedarte embarazada por causas no deseadas y algún accidente, pero que en el sexo aceptado y consciente, tienes a tu alcance muchos métodos anticonceptivos. *Datos estadísticos en España en 2020: 390 agresiones sexuales denunciadas, con penetración;  88.269 interrupciones voluntarias del embarazo.

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Mujercitas

Pocas veces he hablado de otro de mis libros de infancia, más bien, preadolescencia, favoritos: Mujercitas. Yo no sé si lo han leído o han visto todas las diferentes versiones cinematográficas.

Creo que la que estoy viendo, lo hago como si fuera invierno, que lo es, pero ese invierno de chimenea y mantas y más mantas, y almohadas. Siempre me gustan las películas, pero el libro, y Jo…quería ser como ella. Valiente, soñadora hasta más no poder, el impacto que me produjo cuando se cortó el pelo para venderlo, el dolor de un amor que era pero no era y el que luego fue. Los libros, los primeros cuentos vendidos. Las tenacillas y los rizos quemados. Mujercitas, la que yo leí, es una obra de mujeres feministas en el contexto de la época. No he querido leer ninguna de las críticas de estos sectores, que parecen no entender que los libros se escriben en determinadas épocas y que las cosas eran diferentes. A mí, Mujercitas, me convirtió en la mujer feminista que soy. Más feminista que las que se divierten llamándome machista. Lo que ocurre es que hay que saber leer. Saber leer qué libro estás leyendo. Qué contexto social se refleja. Y que todo esto ha ocurrido. Es historia. La historia evoluciona. Es lo que queremos todos. La verdadera desgracia es la involución que se está produciendo en el mundo. Confundiendo en programas televisivos, en los que se alaba la igualdad de hombres y mujeres para ser igual de guarros (siento la expresión), igualdad de falta de autoestima, igualdad de oportunidades de prostitución, haciendo de tentadoras y tentadores, por no llamarlos prostitutas y prostitutos (en el sentido profesional de la palabra y con todo mi respeto a la profesión ejercida libremente) , cuya finalidad es conseguir edredoning con alguno de los miembros de una pareja. Intuyo que por el empeño que ponen por acostarse con quien sea, les proporciona más dinero lograr el objetivo.
De verdad que espero ilusionada, una intervención en medio del programa de Irene Montero, porque si hay que hablar de violencia de género propiamente dicha, solo debe darse una vuelta por ahí. Violencia de género psicológica, verbal, momentos de tensión que si no llega a ser por la pericia de la presentadora, no llevarían a buen término al programa.
Mujercitas , de Louisa May Alcott