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Rollitos de salmón

Recuerdo cuando era niña como me gustaban los previos a las cenas que mi madre organizaba para sus amigos en casa. Esas mañanas no precisaban de despertador porque los olores invadían la casa desde muy temprano. Me encantaba el ajetreo, ir corriendo al supermercado a buscarle algún ingrediente, porque a todos nos pasa, siempre se nos queda algo atrás por mucha lista que te lleves. Me colocaba tras ella, a modo de sombra y solícita le ayudaba a sacar los platos de cristal tallado, la cristalería a la que con esmerado cuidado le íbamos sacando brillo. A la cubertería también. A colocar cada cosa en su sitio, los tenedores, los cuchillos, las copas de vino blanco de tinto y de agua, con su jarras pesadas y de un cristal divino. Impensable llevar a la mesa otra botella que no fuera de vino o de cava. Los manteles de hilo de un blanco impoluto a juego con las servilletas y sus correspondientes servilleteros. Para mi era aquí cuando empezaba la fiesta. A cada rato a la cocina a descubrir todas esas filigranas que le apetecían hacer cuando quería agasajar a los suyos. Y Vanesita de pesada en medio de todo aquel tenderete, con su libreta y su lápiz, tomando notas y apuntando todo aquello que no quería olvidar. Y así la mañana y gran parte de la tarde, hasta que tenía todo perfectamente sincronizado, tiempos de horno, mise en place sobre la mesa de la cocina esperando a rellenarse con todas las exquisiteces que solo a ella, podían ocurrírsele.

Hasta que el timbre avisaba de los primeros invitados y mis hermanas y yo, entendíamos la señal. Nos preparábamos una bandeja, haciendo acopio de lo que más nos gustaba y nos retirábamos al cuarto de estar a ver la tele hasta más tarde porque aquellas cenas eran por y para los mayores pero yo a esa hora, cuando el timbre sonaba, ya había vivido mi fiesta. Y desde aquellos días he seguido haciendo estos rollitos, deliciosos y aparentes que casi siempre formaban parte de aquellas cenas memorables.

INGREDIENTES:

  • 12 lonchas de salmón ahumado.
  • Media cebolla morada.
  • Un huevo duro.
  • Tres palitos de surimi.
  • Dos cucharadas soperas de mayonesa.
  • Un chorrito de vinagre de manzana.
  • Opcional, si les gusta, una manzana verde.

ELABORACIÓN:

Empezaremos sancochando el huevo hasta que quede duro. Una vez rompa el agua a hervir, lo mantenemos diez minutos. Retiramos el agua caliente y lo dejamos sumergido en agua fría hasta que se atempere y lo podamos pelar sin quemarnos.

Mientras tanto iremos picando muy menuda la media cebolla. En mi caso y para que todo quede bien cortado, me ayudo de una picadora eléctrica y así se pueden picar todos los ingredientes a la vez. En caso de usarla como yo, meteremos en la picadora la media cebolla, el huevo duro pelado y los palitos de surimi y activaremos la picadora.

Añadiremos la mayonesa y mezclaremos con ayuda de una espátula. En caso de que quieran añadirle la manzana, la incorporarán en este paso, cortada en cuadros muy pequeños. La manzana no la pasen por la picadora, mejor picarla  a mano.

Verteremos sobre la mezcla, un chorrito de vinagre de manzana y mezclamos de nuevo y ya tendremos listo el relleno de los rollitos.

Para hacer los rollitos, dispondremos una loncha de salmón sobre una tabla para que nos sea más sencillo manipularla y con ayuda de una cuchara, colocaremos el relleno a lo largo de la loncha

Sobre esto, colocaremos otra loncha que sea más o menos de la misma longitud de la que está debajo y metemos con cuidado las puntas hacia dentro, redondearemos los laterales y tendremos el rollito. Colocaremos con cuidado sobre la bandeja que vayamos a servirlos y si prefieren que también a la vista sean apetitosos, con cuidado los cortaremos a la mitad y así se apreciará el relleno.

Les advierto que en casa sigue siendo una receta muy recurrente y hasta en Navidad la hemos preparado alguna vez y como ya se van acercando las fiestas, les propongo la guarden como idea.

 

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Pan de nueces y pasas

Aquí viene una receta que no puede faltar en Navidad. Primero porque cuando me la dieron me hicieron prometer que solo la cocinaría en Navidad y lo he cumplido y segundo porque al comerlo me recuerda a los desayunos de invierno con mi abuela porque aunque estuviera de vacaciones, me encantaba despertarme con ella por muy temprano que fuera, preparar la mesa en lo que «subía» el café, colocar un plato lleno de nueces, otra plato con aceitunas del país, otro con fuet o salchichón partido finito para que mi abuela pudiera masticarlo con la dentadura y una tabla con arenque ahumado. Dicho así pudiera ser que alguna tripa se esté revolviendo ahora mismo pero para nosotras dos,  todo esto eran manjares.

Sin prisas y saboreando cada bocado, íbamos pellizcando el pan calentito y crujiente y lo acompañábamos con una nuez, con una aceituna o con el arenque. A sorbitos el café con leche hirviendo mientras despacito nos contábamos lo que íbamos a hacer el resto del día. Supe disfrutarlos mientras los tuve y la tuve conmigo porque al final, uno de los mejores regalos de Navidad es que estén todos en la mesa y no te falte nadie y si ya no está, mantener el recuerdo de cuando si estuvieron y tener la certeza de que todo el tiempo se exprimió hasta la última gota.

Hoy, cuando cocino este pan y lo saboreo, auno mis desayunos de hoy con los desayunos de cuando era niña. El sabor es agridulce, por el azúcar que lleva y las pasas, como cuando unía el pedacito de nuez con el pan y el sorbo de café con leche endulzado. Me chifla comerlo hoy y me chifla el recuerdo que me regala.

Si además lo acompañas con queso, fresco, semi o duro, es una delicatessen. Aquí les dejo la receta, no les haré prometer que lo cocinen solo por Navidad porque necesitarán tener mucha fuerza de voluntad, pero si es verdad que si son capaces de cocinarlo solo en estas fechas, el pan de nueces se convertirá en un regalo imprescindible, año tras año para nuestros paladares.

INGREDIENTES:

  • 1/2 Taza (tamaño café con leche) de nueces picadas toscamente
  • 1/2 Taza de pasas
  • 1 Taza de leche
  • 2 Tazas de harina simple de trigo
  • 1 Taza de azúcar blanca
  • 1/2 sobrecito de levadura
  • 1 Huevo
  • Una pizca de sal
  • Mantequilla para untar el molde

MODO DE HACERLO:

Antes que nada pondremos a precalentar el horno a 170º calor arriba y abajo con ventilador (si tenemos la opción)

Picamos las nueces, yo lo hago metiéndolas en una bolsa de cremallera plástica, la cierro bien y le paso el rodillo varias veces, así consigo que no sean todas del mismo tamaño y queda bien que los pedazos estén partidos y repartidos por el pan, en plan rústico.

Las medidas como verán, vienen medidas en tazas porque es un receta muy de abuela de las de toda la vida y se cocinaba al ojo.

Ahora mezclaremos en un bol las dos tazas de harina con el medio sobre de levadura química, el pellizco de sal y reservamos.

En otro bol,batiremos el huevo, incorporaremos la taza de azúcar y batiremos hasta que la mezcla se quede color blanquecina.

Verteremos sobre esta mezcla la taza de leche y batiremos bien hasta integrarla y una vez lo tengamos, podemos empezar a volcar la harina, mejor si la vamos tamizando a medida que la vayamos incorporando (pasarla por un colador, si no disponemos de tamizador)

Y vamos batiendo con ligereza, sin dejar mucho grumo. Lo ideal es que le vaya entrando aire y no es necesario que la masa quede absolutamente perfecta. De hecho es mejor para el horneado y porque así conseguiremos esos agujeritos que quedan en medio de la miga del pan.

El color final de la masa es amarillento y bastante pastosa.

Ahora es el momento de incoporar las nueces y la pasas y con la ayuda de  un tenedor, las repartiremos por la masa.

Ya con la masa lista, engrasaremos el molde con mantequilla, llegando también a las paredes más altas del molde porque el pan sube de volumen durante el horneado y verteremos la masa dentro del mismo.

Metemos el molde en el horno y calcularemos 1 hora a 170º, calor arriba y abajo. A la media hora y si viéramos que se está rajando mucho la masa por arriba, podremos colocar un papel vegetal por encima para que la corteza de lo que será nuestro pan, no se queme. En mi caso nunca ha sido necesario dar este paso y la corteza se me queda algo más tostada que la miga y así está ideal para cortarlo.

A la hora, sacaremos del horno despacio y metemos un cuchillo de punta redonda, si sale limpio, nuestro pan estará listo sino, volveremos a meter en el horno y haremos esta misma prueba del cuchillo, cada cinco minutos.

Una vez lo tengamos, lo dejamos templar dentro del mismo molde y cuando ya no queme lo desmoldaremos. Ya para partirlo, habrá que esperar a que esté a temperatura ambiente del todo.

Eso sí, una vez lo partan, no pararán hasta terminarlo pero es tan fácil de hacer y tan agradecido de sabor que no les costará nada tener pan casero, dulce y rico desde Nochevieja y hasta Reyes.