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Tarta de limón

Nada mejor que los sabores cítricos para refrescarnos en verano con ese punto de acidez que explota en la boca y la deja  limpia y como nueva. En general, mi repertorio de recetas de verano es más nutrido que el de recetas de invierno, entre otras cosas porque el invierno en Las Palmas de Gran Canaria, es relativo o prácticamente inexistente.

Pues al igual que las recetas, las historias también son más frecuentes en verano,  salimos más a la calle que en nuestro invierno. Los encuentros gastronómicos con familia, amigos, parientes y allegados, también se multiplican aunque guardemos las prudentes distancias y reinventemos  mil maneras para acercarnos y sentirnos sin tocarnos. Desde mi pasado y hasta mi «nuevo» presente, esta tarta me acompaña a todos los saraos veraniegos.

Mis buenas amigas saben a la perfección cuando doy por inaugurada la temporada porque desde el primer almuerzo, cena o merienda que se organice, allá que aparezco yo con mi tarta de limón, ayudando con ella a equilibrar la temperatura, interior y exterior y dejando el buen recuerdo desde el que apurarnos para concretar nueva fecha y volver a saborear esta deliciosa, sencilla y aparente, tarta de limón.

INGREDIENTES:

  • 250 ml. de nata para montar.
  • Una lata pequeña de leche condensada.
  • El zumo de dos limones.
  • Un tubo de galletas tipo maría.
  • Leche fría.
  • 100 gr. de mantequilla.
  • Una cucharadita tamaño moka de canela en polvo.
  • La ralladura de 6 limones sin la parte blanca.

MODO DE HACERLA:

Empezaremos montando la base de la tarta, para ello trituraremos muy bien el tubo de galletas hasta dejarlas como polvo y le añadiremos la cucharadita de canela.  A la vez iremos derritiendo la mantequilla, procurando hacerlo a fuego bajo para que no se nos queme. Una vez derretida, la iremos mezclando, poco a poco, con las galletas y la iremos integrando paulatinamente.

 

Una vez tengamos la mantequilla incorporada, verteremos un chorrito de leche fría y mezclaremos con el resto. La idea es que se nos quede una especie de bola, más o menos compacta con la que trabajar ahora la base de la tarta.

Prepararemos ahora el molde de la tarta, colocando en la base bien un papel sulfurizado o papel vegetal o bien engrasando la superficie de la base con mantequilla, para evitar que se nos pegue en el fondo a la hora de servirla.

Colocaremos la masa en el centro y con ayuda de una espátula de silicona, la iremos repartiendo por todo la base. Taparemos y reservaremos en la nevera, hasta que tengamos la crema de la tarta terminada.

Para la crema de la tarta, comenzaremos batiendo enérgicamente la nata, sin llegar a montarla, tan solo que coja algo de cuerpo y volumen. Lo ideal es hacerlo con varillas.

Una vez tengamos conseguido el punto de la nata, verteremos la leche condensada y mezclaremos bien.

Una vez tengamos la leche condensada integrada con la nata, verteremos el zumo de los dos limones y al batirlo con el resto, observaremos que la crema se empieza a espesar.

Sobre la marcha, sacaremos el molde que teníamos reservado en la nevera con la base y verteremos el resultado de la crema en el mismo.

Volvemos a tapar y a reservar en la nevera, mientras vamos rallando la piel de seis limones.

Una vez tengamos todas las pieles ralladas, sacaremos el molde de la nevera e iremos decorando toda la superficie de la tarta con la ralladura.

Una vez la tengamos decorada, guardaremos nuevamente en la nevera hasta justo antes de disfrutarla,  dado que es una tarta muy delicada porque en cuanto la sacamos de la nevera y empieza a ganar temperatura, la nata va perdiendo cuerpo, así que de la nevera, a la mesa,  de la mesa a la boca y de la boca a refrescarnos y a soñar con las nuevas noches que nos traerá este verano.

 

 

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