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Humus

Empieza el fin de semana y empieza la Semana Santa más rarita que recuerdo. En mi caso e imagino que en el de muchos,  el panorama no variará con respecto a las últimas semanas. Despierto, teletrabajo, limpio, cocino, chequeo móvil y todas las redes sociales, leo Canarias7, empiezo a ver  la cuarta temporada de La Casa de Papel porque el resto de series que me gustan ya están finiquitadas, vuelvo a cocinar, jugamos a algo, salimos a aplaudir, cenamos, establecemos vídeo llamada familiar y a la cama que mañana será otro día. Pero aunque todo esto que leen les esté sonando a rutina, incluso a aburrimiento,  les advierto que para nada es la realidad  que yo siento.

Mantener los horarios a la hora despertarme me ayuda a sentir que la vida sigue ahí afuera y que nuestra anterior rutina nos espera, incluyendo los atascos de los túneles de Luengo. Con el teletrabajo me he hecho unas clases avanzadas en materia de tecnología y es que la mejor manera de aprender siempre es haciéndolo y paso de los cuarenta y, y sigo aprendiendo. Aprecio también que mis hijos saben mucho más que yo y tengo el privilegio de tener profes particulares para cualquier duda, en cualquier momento a cualquier hora del día. Y sobre todo y lo más importante, cuánto echo de menos a mis compañeros de trabajo.

Limpiar más a fondo y sacar de roperos y de cajones todo aquello que ya no sirve. Respiro más puro ahora. Todo tenía un orden y todo ha vuelto a su sitio.

Afortunadamente lo de cocinar es un hobby y ahora además se ha convertido en un juego familiar y todos se apuntan a diseñar menús, a amasar galletas, a inventariar para saber qué compramos y es que ahora conocemos  mejor los productos de nuestra bendita tierra. Nos traen a casa pescado de San Cristóbal,  Leche y yogures frescos de Sandra, papitas de San Mateo, platanitos de Bañaderos….. Y aunque mi afición por la cocina me viene desde muy niña, creo que nunca antes había comido tan bien y equilibrado.

El chequeo de noticias, la lectura de Canarias7, el ratito de informativos en la TV ya es otro cantar. Sabía de mi misma que me emocionaba con facilidad, sobre todo en las pelis románticas y de dramas pero hoy no termino de ver un Telediario o de leer el periódico sin soltar unas cuantas lágrimas. Por todo lo que sucede, bueno y malo. Por todos los que están en primera línea del virus, sufriéndolo o remediándolo. Lloro a diario.

Con las series es otra cuestión, me he vuelto descreída porque nuestra realidad, supera cualquier ficción. Todo puede pasar cuando la vida nos dice aquí estoy  y es que somos más pequeños que los propios microbios.

En materia de juegos en casa, siguen triunfando los clásicos, Monopoly, Risk, cartas, Scrabble y sigo siendo buena, no he sido la última en ninguna partida y en casa somos cinco.

En el tema de deporte ya les contaré la relación amor-odio que mantenemos en otro post porque es digna de unas cuantas líneas….

A la hora de aplaudir, mis vecinos ya me son conocidos. Esos ratos de cháchara tras los aplausos tienen el mismo efecto que cuando  salías a tomar algo con tus colegas, con tus amigos de siempre. Las video llamadas con mis hermanas y mis padres también me enchufan energía y cada vez que alguien insinúa una probable fecha de fin al confinamiento, me imagino en chandal, corriendo la Avenida de Escaleritas abajo, a tocar en la puerta de mis padres y a abrazarlos hasta que duela. De resto que la vida vuelva como quiera que no me cabe duda que nos adaptaremos y aunque ahora no lo sepamos, lucharemos por ser felices sea cual sea la circunstancia. Por poquito aire que nos dejen, respiraremos y no dejarán de latir los corazones.

INGREDIENTES

  • Un tarro de garbanzos cocidos de 400 gr. (ya escurridos del agua en el vienen)
  • Un diente de ajo.
  • Una cuchara y media tamaño sopera de tahín o tahíni.
  • El zumo de medio limón.
  • Sal gruesa.
  • Medio vaso de agua.
  •  100 ml. de aceite de oliva virgen

PREPARACIÓN

Esta es una receta facilita, sana, rica, ideal para picoteo en estos días que vienen de fiesta y que apetece comer algo diferente.

Quizás les suene raro el ingrediente tahín o tahíni (lo encontrarán escrito de las dos maneras) pero en cualquier supermercado con estante de productos ecológicos, lo pueden encontrar. Es una pasta de semillas de sésamo.

Lo primero que haremos será escurrir los garbanzos del agua donde vienen y lavarlos bien, dándoles un enjuague. Dejamos escurrir un rato y directamente los pasaremos a un vaso de batidora eléctrica.

Sobre los garbanzos, verteremos la cuchara y media de tahín.

Ahora le toca el turno al diente de ajo y para no nos repita, lo partiremos por la mitad y le retiraremos el germen.

Verteremos sobre todo lo que ya tenemos dispuesto el aceite de oliva virgen.

Regamos todo con el zumo de medio limón.

Y por último el medio vaso de agua y la cuchara tamaño postre de sal gruesa.

Batimos todo con batidora eléctrica. Si apreciaran que quedan muchos trocitos de garbanzos, iremos incorporado chorrillos de aceite de oliva virgen, hasta obtener la consistencia que queremos.

A la hora de servirlo, espolvorearemos un puntita de pimentón picante por encima y otro chorrillo de aceite de oliva virgen.

Está fantástico con pan bizcochado, con verduras crudas tipo zanahoria, apio o puerro. Como base para colocar en un sandwich o una pizza casera.

Guardaremos en nevera y se conserva estupendamente hasta cuatro días.

Quédense en casa para que al volver a vernos, no nos falte nadie.

 

 

 

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