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Quiche de tomate y berenjena

Tarea difícil la de cocinar cada día y que el clima te acompañe. Pasamos del verano a la primavera y despertamos en un otoño casi invierno dentro de la misma semana. Ya no sé que tener en la despensa como tampoco sé cómo organizar el ropero, así que hasta que se estabilice un poquito la cosa toca tirar de recetas socorridas, aparentes,  que no te dejen frío en el estómago y que si de repente a mediodía sale el sol, no te entre un sofoco después del almuerzo y para eso las quiches son ideales. Continuar leyendo «Quiche de tomate y berenjena»

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Solomillo de pavo (con salsa riquísima)

Pues se acabaron muy pronto estas mini vacaciones. Cuando ya te estás acostumbrando a que no suene el despertador, a no mirar el reloj, a caminar desde el faro de Maspalomas hasta la punta del Inglés cada mañana, a que los ya no tan niños empiecen a practicar cierta independencia, a pasar ratos bonitos entre amigos, al solecito aunque solo fuera a ratitos, a comer lo que te apetezca sin sentirte culpable porque tu conciencia te da tregua y sabe que estás de vacaciones así que te permites licencias del tipo  un platito de pasta para la cena…. Total, al día siguiente lo bajo caminando por la playa. Y así uno, dos, tres y al cuarto día estás entre triste y perretosa. Dejas con cierta nostalgia lo vivido y tardas el doble en guardar el equipaje y en poner la lavadora que lo que tardaste en hacerlo para salir corriendo. Continuar leyendo «Solomillo de pavo (con salsa riquísima)»

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El sancocho de mi abuela

Para mi abuela preparar el sancocho de Viernes Santo era casi tan importante como la cena de Nochebuena. Cuatro días antes ya se daba su paseito por el Mercado Central y se paraba puesto por puesto buscando los lomos de cherne que no fueran muy grandes porque si venían de un cherne de más de tres kilos no lo quería, decía que eso no servía porque tenía mucha grasa. Tampoco quería que el cherne estuviera lavado. Yo ese punto no lo entendí hasta bien pasados unos años y un día le pregunté qué como iba a estar lavado si era pescado seco en sal. Ella con paciencia me decía

– Ay Vanesita, cuidado no te dejes engañar, el pescado tiene que tener un poquito de brillo, sino, no sirve porque lo lavaron y eso no está bueno. Continuar leyendo «El sancocho de mi abuela»