No te hagas selfis en el baño
La plataforma Spotify emplea un recurso burdo para conseguir que claudiques y acabes pagando la suscripción que te ofrece: cuando estás embelesado escuchando música irrumpe con un anuncio que te ha repetido machaconamente por boca de una dulce voz femenina con pretensiones melifluas. Es el mismo siempre, para que te aburras y te desesperes y explotes diciéndole al demoniaco algoritmo: ¡Basta ya, te pago lo que quieras, pero calla a esa mosquita muerta de una puñetera vez!
Yo no he picado todavía. Y contraigo los oídos como si tuvieran párpados para sortear a la inocente muchacha. Pero la escucho, no puedo evitarlo, y aunque procuro no prestar atención a los mensajes, la batalla es fiera y desigual, como las de don Quijote, y termino vencido.
Entonces hay un mensaje que se me queda flotando en el oído un día y otro, pero como mi interés no es florido flota en los alrededores del pabellón auditivo y no entra del todo en mis entretelas. O dicho de otra manera, me llega atrofiado y me quedo con él con una confusión que me trastorna. El mensaje dice: No te hagas selfis en el baño. Y yo, que ya ando pagando las consecuencias de la edad en esto de la eficacia auditiva, entiendo: No te hagas el pis en el baño. Si reparan ustedes en las ligazones de las consonantes convendrán conmigo en que el parecido justifica mi confusión.