Contaba García Márquez en una de sus crónicas escritas en los años 80 titulada Mi otro yo que se levantó una mañana en Méjico con la reseña de una conferencia que había dado el día anterior en Las Palmas de Gran Canaria, cuando la pura realidad era que nunca había pisado nuestra tierra. Y aprovecha el artículo para relatar las múltiples ocasiones en que fue señalada su presencia en lugares en los que no había estado, así como episodios cuyo protagonismo se le había atribuido faltando a la verdad. En concreto me causó gracia la carta que le había mandado Air France, a instancias de una queja del escritor, disculpándose por el maltrato que había recibido por parte de una azafata, cuando, según sus palabras, era tanto el pánico que sentía por volar que ni siquiera se percataba del trato dispensado y todas sus energías se concentraban en agarrarse al asiento para que el avión se sostuviera en el aire.
Ese desdoblamiento de personalidad propiciado por la equivocación (o la malicia, claro) de otros no es infrecuente y le abre a uno un breve espacio de fantasía para enajenarse y soñar con otro rol, cansado tal vez de arrastrar el mismo cuerpo o el mismo historial día tras día. Algo así me sucedió hace poco, cuando recibí varias llamadas de una compañía eléctrica preguntándome si ya me habían arreglado la avería de la que yo había dado parte y pidiéndome que hiciera una valoración de las atenciones recibidas. Afortunadamente, todas mis luces funcionan, al menos eso me dicen mis amigos (no sé si por no preocuparme), por lo que no tuve necesidad de quejarme a la compañía. Además, caí en la cuenta de que aquella no era la empresa que me suministra electricidad, y concluí que los duendes de la numeración telefónica habían jugado una mala pasada a los empleados.
Pero entre la primera y la tercera llamada (había rechazado las dos primeras), todas realizadas con el fatigoso mecanismo del algoritmo, me dio tiempo a pensar en esa concurrencia de circunstancias que implica a varias personas de distinta condición. Por ejemplo, ¿qué más me daba decirles que ya estaba subsanada la avería y que me hallaba satisfecho por las atenciones, cuando esa evaluación podría repercutir en la consideración de la empresa hacia los trabajadores? Era una buena obra, sin duda, a coste cero por mi parte. Y por un momento me sentí un usuario feliz que había recuperado sus luces, desplomadas por un instante, y al mismo tiempo un boy scout con la buena obra del día consumada. Hasta las oficinas de mi no compañía, volaba mi gratitud hacia mis no trabajadores, con todas mis energías intactas, incluida la de mi verdadera empresa suministradora. Pero, de pronto, ese impulso de bonhomía recibía la primera en la frente: ¿qué pasaba con el afectado por la avería?, ¿con mi gentileza de otro yo volátil el usuario seguiría con sus luces perjudicadas mientras los operarios se frotaban las manos por una tarea cumplida sin mancharse ni mente ni cuerpo?, ¿iba a respaldar a una empresa que, como otras, ha estado especulando con las necesidades de la ciudadanía?
Y entonces regresé a la desabrida realidad del único yo, que resuelve tan mecánicamente como el algoritmo y le aclara a la telefonista que se hallan en un error. Sin embargo, ese breve instante en que navego por el tiempo ejerciendo de otro yo que se ubica en cualquier lugar de España, y al que se le han fundido eventualmente los plomos, y que por obra de unos diligentes trabajadores reconquista sus luces para no andar a tientas, ese breve instante, repito, es pura terapia para combatir el pensamiento rectilíneo.
Interesante reflexión, amigo. Me ha parecido muy sugerente y me he sentido identificado tanto contigo como con ese García Márquez de Air France…
Feliz día del Padre, que vos lo sos.
Querido Juanjo, el yo múltiple da mucho margen de maniobra cuando te falla alguno de ellos.
Me ha llamado la atención de la relación que hace de García Márquez de Mi otro yo , con una compañía de electricidad.
Por mi experiencia de las llamadas frecuentes de distintas compañías suministradoras , que cuando quieres comprobar si es con la que tienes el contrato , empiezan a divagar. Antes era creyente de lo que me decían, actualmente lo pongo en duda.
Aquella palabra dada, que se respetaba en la gente de nuestros campos y no eran ricos (aunque sufrieran pérdidas), por desgracia se ha perdido bastante y más en empleados cuyo sueldo depende de captar y opiniones con los que se le clasifican.
Conclusión: siempre me pregunto ¿Me están tomando el pelo? ¿Estoy fastidiando a alguien?……
Cualquier decisión tiene su lógica. Mi humilde opinión.
A todas luces eres un hombre bueno. Menos mal que también pensaste en las luces del otro, je,je.
Certificó, por mi amistad de años, que eres un hombre bueno y con buenas luces. Pero todos estamos expuestos a subidas de tensión y de precios, por lo que no estaría nada mal que revises tu instalación y cambies los diferenciales que hayan quedado obsoletos.