Algoritmos
Ya es de conocimiento común que tenemos nuevos administradores de la cosa económica y de la comunicación. Se llaman algoritmos y son figuras silenciosas que se han metido en nuestra cama con nuestro consentimiento. Desprenden amabilidad lo que los hace más empáticos que los ásperos funcionarios o los dependientes amargados con quienes hemos secretado más bilis de la cuenta. Es lógico que los algoritmos se hayan ido ganando un puesto en nuestro corazoncito. ¿Hay algo más gratificante que el que te pregunten «¿qué estás pensando ahora?» cuando le das vueltas a una borrasca sentimental o a un dilema en tus estudios? Nadie, ni el más sensible de tus amigos ha sido capaz de deshacerse de sus propios líos y concentrarse en la cara de desahucio con que te has levantado hoy. Sin embargo, ahí está él y los suyos, tus algoritmos, para preocuparse por ti: «¿Quieres que te traiga las noticias de actualidad más recientes para que no pierdas tiempo ojeando páginas?»