Solomillo glaseado
No sé ustedes pero los que habitamos entre las paredes de casa empezamos a cansarnos hasta del propio cansancio. No sé yo si es que nos vinimos arriba demasiado rápido y quisimos hacer todo lo que antes no hacíamos porque no parábamos tanto por casa. Las primeras semanas no había alojamiento web con propuestas de puesta en forma que no visitáramos, recetas curradas, pensadas y delicadas, sobre todo con las cartucheras que nos habíamos empeñado en reducir en tiempo récord. Igualmente exigentes con nuestros despertadores y obedientes, las dos primeras semanas, al primer pitido. Apilando libros en la mesa de noche con el firme propósito de terminarlos antes de volver a la normalidad. Vistiéndonos dignos de poder salir en cualquier momento aún a sabiendas de que eso no iba ser posible pero los sabios hablaron desde el día uno y dijeron que eso nos ayudaría a adaptarnos al confinamiento y al posterior desconfinamiento. Quedando con los amigos y peinándonos para las video llamadas, llamando a toda esa gente a la quieres y les dedicas menos tiempo, en fin, las listas se llenaron de bonitos propósitos, todos positivos, todos sumando y nadie restando.