La tarta de queso definitiva

Crecí en un matriarcado. Casi el 90% de personas que conforman mi familia son mujeres. Todas fuertes y valientes. Todas con alguna mochila a la espalda, una con más peso que otra pero mochilas al fin y al cabo. De las viejitas que nos iban quedando a cuidar del resto, la última en despedirse fue mi abuela de la que aún no puedo hablar ni escribir porque entiendo, como dicen los expertos en materia,  que aún estoy en fase de duelo. No sé si de duelo propiamente dicho, hay días que lloro pero también hay días en que río sola en el coche  o a carcajadas con mis hijos mientras la recordamos.

Hace unos días habría llegado a cumplir los 99, no llegó a hacerlo pero es que la última fiesta de cumpleaños que le celebramos habría valido hasta alcanzar los ciento y pico. Desfilaron por casa de mis padres todas sus sobrinas,  que ellas nunca se lo han propuesto pero podrían formar solitas una legión (el problema sería nombrar una sola capitana)  y los hijos y nietos de sus sobrinas en las que siguen abundando por rotunda mayoría las mujeres. De aquel día que guardamos ya para siempre en nuestra memoria y del que se llevó mi abuela llenito el corazón de muchísimo cariño, quedó esta tarta. El dulcito en cuestión lo hace una de sus ex sobrinas políticas, porque ha decir verdad, en la familia de mi madre las mujeres tienen fácil entrada y ninguna ha encontrado salida. Los hombres lo tienen algo más complicado, ellos pasan a pertenecer a la categoría definitiva de piojo pegado y no es menosprecio porque cierto es que se les da aprecio pero es que todas ellas, desde mi bisabuela, tanto mía como de todas mis primas y algún que otro primo, se han bastado y sobrado para arreglárselas por si mismas. Siempre ha sido como un mantra, una oración o una letanía, mis niñas, ustedes no dependan de nadie….. Y eso servía lo mismo para coger un taladro y no esperar por tu chico para abrir un agujero en la pared que para salir a la calle todos los días a trabajar o  que para tener cuentas separadas en el banco.

Era mágico verlas en acción, lo mismo jugaban a las cartas que se iban en formación a casa de la que estuviera pachucha. Lo mismo una excursión a Tejeda que un viaje a Venezuela a través del Atlántico. Eso sí, siempre juntas o a falta de alguna que otra pero la que menos. Poco a poco se han ido yendo las mayores, espero tener la misma genética longeva de la mayoría, y aquí vamos quedando tres generaciones más. No nos vemos tanto como lo hacían ellas pero les garantizo que nos queremos lo mismo. No hacemos excursiones pero procuramos vernos cada cierto tiempo y siempre parece que nos vimos hace dos horas, no viajamos juntas pero seguimos soñando y recordando como lo hacían nuestras mayores. Eso sí, la tarde que conseguimos vernos que se paren los relojes porque no hay hora que nos marque los tiempos, como antes, como nuestra bisabuela y de ella todas nuestras abuelas, como nuestras madres….. Juntas todo sabe a poco y nunca es suficiente. Quizás el sabor de esos encuentros pueda parecerse a esta tarta que siempre que nos vemos, Esther la cocina y juntas nos la comemos.

INGREDIENTES

5 Huevos grandes

1 Tarrina de queso Philadelphia (tamaño normal, no familiar)

1 lata de Leche Condensada (400 grs)

1 paquete de Galletas María o Digestive (me refiero a un tubo)

100 grs de Mantequilla

HAGAN Y PRUEBEN, difícilmente la encontrarán más fácil y rica

Primero que nada, vamos triturando las galletas. Si no tienes robot para hacerlo yo las meto en una bolsa de cremallera plástica (zip) y le paso el rodillo de cocina varias veces por encima. A la vez, vamos derritiendo la mantequilla que es muy fácil y menos pringoso hacerlo en microondas pero bajen la potencia al mínimo porque si se quema, esa mantequilla no sirve. En mi microondas, con 4 minutos a poca potencia, es suficiente.

Mezclamos las galletas trituradas con la mantequilla derretida amasamos bien hasta tener una bola algo compacta que podamos modelar más o menos con las manos, porque la usaremos como base de nuestra tarta.

Se coloca haciendo cierta presión el base de un molde para tartas, mejor será usar los desmontables para que luego al sacarla no se nos rompa. Y metemos el molde en la nevera para que compacte mejor la base mientras seguimos trabajando el resto.

Ahora en un bol pondremos los 5 huevos, la tarrina de queso Philadelphia y la lata entera de leche condensada y batiremos todo bien ayudándonos de una batidora eléctrica. Todo bien mezclado hasta que se haga una crema mas bien líquida de un color parecido a la vainilla.

Sacaremos el molde con la base que teníamos en la nevera y volcaremos toda esta crema sobre la base.

Ahora meteremos la tarta en el horno que habremos precalentado unos 10 minutos antes, a 180 grados calor arriba y abajo.

En el horno yo voy mirando la tarta a partir de los 25 minutos, con la técnica del cuchillo al centro de la tarta que estará lista cuando el cuchillo salga limpio. Yo nunca la he tenido más de 30 minutos pero eso depende de cada horno de cada casa. Yo todavía no conozco dos hornos que cocinen igual.

Al sacarla dejaremos que se atempere y según gustos, podemos cubrir con mermelada, o no. Yo he usado todo tipo de sabores, desde fresa hasta manzana. Con todas está buenísima y sin ninguna también lo está. Una vez ya fría del todo y si consiguen que les sobre algún pedazo, a la nevera hasta tres días. Yo nunca lo conseguido, la hago y cae. Esta tarta en mi casa no conoce la nevera.

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