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La belleza de la destrucción

Robert Rauschenberg se presentó un día de 1953 (despuntaba ya su carrera como pintor) en casa de otro artista, Willem de Kooning, y le pidió un dibujo. Por esa época De Kooning era un pintor muy reconocido, junto a las figuras del momento: Jackson Pollock, Mark Rothko… Cuando De Kooning le preguntó para qué quería el dibujo, Rauschenberg le dijo que para borrarlo, y fruto de ese borrado nacería una nueva obra de arte, suya (de Rauschenberg), claro está. Supongo que afectado por la fiebre de la sublime performance y por que pensaba que estaba contribuyendo al genio de las vanguardias, De Kooning accedió y le dio una pieza.

Rauschenberg procedió como tenía previsto. Borró el original y le pidió a un amigo, otro pintor, Jasper Johns, que le diseñara un cartelito con el título: Dibujo de De Kooning borrado. 1953. Hoy el cuadro se exhibe en el Museo de Arte Moderno de San Francisco. Cuenta Jasper Johns que, concluido el trabajo, a Rauschenberg le destellaron los ojos como a un pirómano, con un fulgor amarillo y lascivo que delataba el placer ante su obra.

En marzo de 2001 se produjo la voladura de los Budas de Bāmiyān en Afganistán, un monumento secular que los talibanes consideraron ofensivos para su religión. El régimen islámico de los talibanes, desoyendo la llamada de la comunidad internacional que reclamaba el valor artístico de las esculturas, procedió a dinamitarlas como un ejercicio de reafirmación en la doctrina del Corán. El acto debió de contar con una liturgia solemne y a él asistieron los máximos dirigentes de la curia islámica, a quienes debió de notárseles el centelleo de sus ojos cuando volaban por los aires los cascotes de las esculturas ciclópeas. No me extrañaría que la fruición fulgurante estuviese acompañada por el recitado de algún verso del libro sagrado.

Todos y todas hemos sido asistido alguna vez, virtualmente casi siempre, a la demolición de algún edificio, y hemos sentido un deslumbramiento interior, un asombro empapado en alguna clase de emoción estética. No hemos podido vernos los ojos pero de seguro que por ellos ha relampagueado el sello del impacto, bien sea por la estupefacción, bien por la fascinación del desmoronamiento de lo que era sólido y rocoso.

En un debate, como el de investidura de ayer, y en general, en todo el pugilato dialéctico que se monta en el Congreso, ocurre que también se desata esa fascinación emocionante por la destrucción, por la ruina, por el desmoronamiento del adversario político. Basta con mirar a algunos ojos para hallar el fulgor del pirómano que goza esperando la hecatombe.

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Blancanieves en Auschwitz

En las paredes de uno de los barracones del funesto campo de Auschwitz apareció un mural polícromo en el que reinaba la figura de Blancanieves y sus enanos. Sobre un fondo verde lima y un azul luminoso, los personajes del célebre cuento bailaban al son de una probable melodía almibarada. ¿Qué había ocurrido? ¿Un ataque repentino de ternura en el corazón putrefacto de la dirigencia del campo? ¿Otra vuelta de tuerca a la depravación para asesinar impregnando de ensueño la retina de las víctimas?

Una muchacha judía checa, Dina Gottliebova, dotada con el genio del dibujo, había colaborado con el artista Freddy Hirsch para montar un musical en Auschwitz con el fin de entretener la vida sombría de los niños allí encerrados. El espectáculo (¡qué concesión más generosa a la lengua!) resultó exitoso, y así como la danza y las canciones se esfumaron acabado el acto, el mural se fijó como una gota de fantasía rutilante en el ceniciento entorno del barracón agraciado. La obra destelló de tal forma que aguijoneó las pupilas de Mengele, el médico siniestro con apellido de mosquito causante de enfermedades tropicales. Dina es Blancanieves, que baila con los enanos de su aciago destino la danza de la muerte, atrapada en el bosque penumbroso del exterminio, pero fantasea con que algún milagro con rostro seráfico la salve de su condena.

Mengele preguntó por el autor de la pintura, y enterado de su identidad decidió llevar a la dibujante a su despacho. Allí le propuso que trabajara para él realizando retratos de gitanos que iban a ser objeto de sus experimentos dirigidos a demostrar la impureza de las otras razas. Esto último, claro está, no entra en la conversación. La muchacha (podríamos imaginarla resignada, servil, su estómago encogido y el olfato turbado por tufaradas de éter y formol) se sienta ante el preboste y escucha de su boca la versión atractiva de lo que se parecería a un ejercicio de posado en una Escuela de Bellas Artes. Pero Dina Gottliebova ha captado la importancia de los retratos para Mengele e intuye que forman parte de alguna de sus macabras trapisondas. Y no solo no dice sí de entrada sino que se atreve a desafiarlo: «Quiero garantías de que vamos a ser liberadas mi madre y yo. De lo contrario me arrojaré contra las alambradas electrificadas del campo.»

Mengele es la madrastra que le ofrece la manzana del mal para que la muchacha muerda y lo acompañe ebria de conciencia en la aventura de sus experimentos.

Apremiado por la urgencia de presentarle a Hitler el informe completo para la demostración de la prevalencia de la raza aria, y sabedor de que necesitaba los retratos que encargaría a la artista, toda vez que le exigiría que deformara algunos rasgos para corroborar sus tesis, el médico debió de sorberse las babas de su tiranía y accedió a las condiciones de Dina.

Después de varios años de acabado el Holocausto, se podía ver a la artista checa paseando por las calles de París y asistiendo a la Académie de la Grande Chaumière, donde refinaría el pincel que la llevaría a la Warner Brothers a colaborar con la célebre película de Disney Blancanieves y los siete enanitos.

Dina Gottliebova pudo perecer en algún momento de hartazgo o soberbia de su madrastra, pero no ocurrió así. En el cuento tradicional, cuando llevan a la protagonista en el ataúd, aparentemente muerta por la acción de la perversa, un tropiezo del féretro provoca que Blancanieves escupa el trozo de manzana y se libere del veneno. Su vuelta a la vida en la memoria ancestral de la infancia fue decisiva para que Dina Gottliebova sobreviviera al horror.

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Crónica de una conferencia desde el asiento de un ciudadano ultramoderno

Preliminares. Móvil en mano. Consulta obligada y paciente de todos espacios virtuales habilitados en el dispositivo. Repetición de la consulta. Pausa en la foto del sobrino revisitada en mil ocasiones. Comienza la conferencia. Presentación del orador. No interesa. Asegurarse de que todos los canales están disponibles. Último repaso. Ahora sí. Desactivación del sonido. La sociedad canaria sufre pobreza severa a tenor de los datos que se exponen. CONEXIÓN: fotografiar la diapositiva expuesta. Ya que estamos: panorama rápido de los foros imprescindibles: wasap viejo, borrar. Facebook: Marta comparte un enlace: cómo evitar que las termitas entren en tu casa. Twiter: Paquirrín rompe con su pareja, ya es oficial. DESCONEXIÓN. La estadística muestra que desde la crisis del 2008 la vulnerabilidad ha crecido en Canarias con respecto… RECONEXIÓN: wasap, no vengas tarde a comer, mi niño, que se te enfría el pollo. Respuesta: . Facebook: Adelita ha añadido una foto. Adelita te ha enviado un mensaje. Salir de Facebook (Neurona libre que actúa espontánea: Si Adelita se fuera con otro). DESCONEXIÓN. … lo que indica que nos hallamos ante el deber de cubrir las primeras necesidades… ¡¡¡Vibración!!! Urgencia, emergencia, alerta. CONEXIÓN: Su factura de Movistar está disponible. Ya que estamos: paseo por las últimas novedades en series televisivas. DESCONEXIÓN. … pero todas estas propuestas son estériles sin ficha financ… CONEXIÓN: llamada entrante, wasap, estoy en unas jornadas, luego te llamo. DESCONEXIÓN PARCIAL. Por esa razón, es primordial convertir la situación en asunto de Estado, sin partidismos que pudieran especular con una precariedad que está extendiendo el riesgo de exclusión social a… RECONEXIÓN DE CORTESÍA: Wasap, sobre la exclusión social y los riesgos de la población en Canarias. Interesante. Ya te cuento DESCONEXIÓN. … algo que ya el sociólogo Georg Simmel en su obra… CONEXIÓN ACADÉMICA: Google, SOS wikipedia: Georg Simmel, buscar. DESCONEXIÓN. En conclusión: renta ciudadana, sí; compromiso institucional, sí; conectar de inmediato con las necesidades, prioritario. CONEXIÓN: wasap, ya acabó. Aplausos. Foto del ponente y del público para subir a Instagram. Esto es todo.