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Irma Ariola y donde amar no es pecado

Cuadro de Irma Ariola ©
© «Irreverente» de Irma Ariola.

Acabo de llegar a la presentación de «Naúfraga en tu piel», territorio donde amar no es pecado. La poesía, de la autora, Irma Ariola, es la tierra y el camino que hace el corazón cuando ama a otro corazón. En este acto, en este mundo, las personas y las ideas se aman más allá de los géneros. El arte es eso, arte: más allá de los géneros, los dogmas, las cruces griegas o latinas que ponen genitales al corazón. No, por favor. Dejad que las mujeres y los hombres caminen con los ojos atados a la luz de la libertad y la fraternidad. Amaos los unos a los otros, dijo un filósofo evangelizador. Estoy entre las cuatro paredes de la exposición- presentación, en el Club Náutico. El aire huele a la sensibilidad de quien mira una obra de arte y se emociona. La sensatez de quien se emociona con lo bello. En este libro; las personas no son colectivos, sino individuos libres que no son etiquetados como herederos de Safo o Byron. Las personas son personas sin necesidad de clasificar, dividir en grupos; y en este caso Irma es la profetisa que coge de la mano a todos lo que estamos en la sala. A su derecha tiene a Néstor Dámaso del Pino (¡tremendo descubrimiento; genio, genio, genio mil veces!), a su derecha está la sacerdotisa egipcia Rossy Robayna (un corazón honesto que escribe con belleza). En la otra punta del círculo está la reina Chicha (a sus pies, majestad); a su lado se encuentra el genial fotógrafo Miguel (gracias, caballero). El círculo es infinito, miles de años de historia están en él. Se escucha a Rosario Valcárcel recitar un poema homoerótico, mientras el genio de las espiritistas (con denominación de origen teldense) escucha atento. Mi amiga Elena me agarra la mano. Conversamos de Derecho. Se escuchan las “Sombras” de Chavela Vargas. El círculo continúa con las manos abrazadas. El círculo desea poesía. ¿A qué poesía se refiere? A la poesía de la luz: a la luz poética de los buenos artistas.

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Derecho inalienable a tener una infancia feliz

James Rhodes, no estás solo en tu defensa de la infancia. Tu testimonio es un puñetazo contra la sociedad. La cifra de niños abusados sexualmente es una bomba contra la infancia. Las cifras oficiales, es decir las recogidas en denuncias son una auténtica bomba. Pero, las que se quedan en casa y no se denuncian son la desgracia más vergonzosa de la especie humana: el 85 % de los trapos sucios se limpian en casa… ¿Qué mundo es éste? James Rhodes comentó en el Chester que le avergonzada haber sido violado, pero si no verbalizas las cosas no puedes ayudar. La historia de James es un caso que me hace dudar de la ética humana-si es que existe en mujeres y hombres-: sus padres lo veían sangrar en su cama; no hacían nada. Los padres conocedores de la situación miraban hacia otro lado, a sabiendas que su hijo sangraba todas noches, mientras en el cole era violado por su profesor durante cinco años. No fueron honestos sus padres, ¿usted lo sería? Yo sí, a pesar del qué dirán, a pesar de los comentarios hirientes de las gentes, a pesar de morir en vida. Yo moriría en vida, pero resucitaría como Cristo o el ave Fénix para apoyar a mi hijo o a ese menor abusado. Estaría quemado por dentro, pero hay que vivir y clamar justicia en los tribunales. «Mi hijo ha sido violado», qué oración más dura pero más duro es tirar para adelante e intentar que ese niño o esa niña se convierta en un ciudadano honesto y feliz. Feliz. Muy feliz a pesar del crimen del verdugo, del monstruo, de ese o esa. Violan (o abusan) de tu hijo, lo más primitivo sería volverse loco y disparar contra el monstruo o tirarse por un puente. Yo no sabría qué hacer: si denunciarlo ante la vida o los juzgados, lo importante es vivir a pesar de todo y hacer de la víctima una persona con valores, feliz y buena gente.

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Rimbaud fue un genio

Arthur Rimbaud. © Ernest Pignon
Arthur Rimbaud. © Ernest Pignon

No existe literatura sin experiencia. A diferencia de las otras artes y ciencias, la literatura necesita de vivencias y experimentar hechos o al menos un hecho intenso. Los grandes escritores crean desde la experiencia. No conozco en toda la historia de las literaturas ni un solo escritor que haya creado de la nada experiencial. Rimbaud fue lo que es, después de ver la luz iniciática del amor y el sexo de Verlaine. Fue un genio pero vivió, no creó su literatura copiando a los que leía. Rimbaud vivió, intentó vivir al menos. En esa misma línea se encuentra Víctor Hugo, el padre de los miserables más bellos de Francia. El maestro fue un genio no por lo que estudió en las diversas ramas del saber humano, sino por lo que vio y vivió mientras existió. Y en la línea de Rimbaud y Hugo está Emily Brontë con su angustia contra el amor, o Vita Sackville por su pasión poética hacia la mujer. Los creadores necesitan vivir, vivir viviendo intensamente (escribió Lucía Martín) para escribir.