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¡Somos de primera, señores!

 

 

 

 

Somos una región ultraperiférica, eso quiere decir que estamos en el centro del mundo, si me apuras estamos en un espacio metafísico de mar y salitre. Es bello, duro ser y existir en Canarias, es un paraíso humanamente. Somos gente grande, tolerante y cosmopolita. Somos canarios, una identidad que huele a sal y gofio recién molido. La afición del U.D. Las Palmas ha demostrado su grandeza, ir al hospital y compartir la alegría con quienes están sin estar: es bello, es humano, es canario. Ser canario es humanismo, es humanidad, es humildad, es genialidad; es la grandeza de estar fuera del núcleo del mundo, pero ser tan importante como cualquier potencia del G7. Canarias es una espacio humanamente inconfundible, con muchas luces y las que nos quedan por ver en el fútbol. Estar en primera división supone un chute de autoestima, de estar, de existir, de ser en el mundo. Somos para nosotros mismo, pero ahora somos algo (algo grande, mi niño) para el otro, para los otros, para el fútbol.

 

Es doblemente admirable la labor hercúlea de Las Palmas: llegar a primera sin los medios, ni el presupuesto de los grandes equipos. Llegar a Ítaca, poco a poco. Llegar con la bendición del Atlántico, de la virgen del Pino y de todo un pueblo, repartido por el mundo, que grita con lágrimas de alegría en los ojos: “Pío, pío”.

 

Grandes.

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Mamá Obregón

 

 

El día tiene más matices que la noche, la gestación subrogada es eso: un invento posmoderno que hay que aceptar, nos guste o no. La verdad, de dios, que tiene su rollo pornográfico: comprar un bebé ucraniano o californiano a cambio de 110.000-170.000 euros es vulgar, inhumano y aporófobo. Es una forma de prostitución, una transacción entre la mamá biológica y la nueva mamá, Ana Obregón.
La gestación subrogada se puede criticar, prohibir, censurar; cualquier verbo que se les ocurra; pero, ahí está, es como la prostitución: la ciencia no tiene retorno. Lo único que nos queda, como sociedad civilizada y ética, es legislar para que el proceso: el antes, el después y el mediante sea lo más justo posible ( cosa difícil, según la experiencia americana). Con todo esto no digo que pueda estar a favor o en contra de g. s. Tengo sentimientos encontrados, pero a pesar de esto: no niego que sea un proceso clasista donde la pasta lo marca todo.
Ana: eres libre de ser madre a cualquier edad e invertir tus millones en cualquier proyecto ( en este caso en alquilar un vientre y comprar un hijo, tiene su rollo simbólico: la vida te quita un hijo y el dinero te hace compra uno). Mi amigo Álvaro me dijo que pasaste de la lástima a la repulsión. No produces repulsión, te digo la verdad, Ana: no sé qué decirte, pero tu dolor lo justifica todo, en parte, pero…no sé…cómo jugarás con tu hijo, ¿es justo que sea huérfano tan temprano, en un supuesto? ¿es justo tener una madre tan mayor? Yo mismo me acabo de responder, quizás este artículo sea una reflexión en voz alta: tienes derecho a tener ese hijo, querida. Lo que la gente está haciendo contigo se llama gerontofobia, también. Cualquier ser humano tiene derecho a ser madre, padre a cualquier edad. Demasiado valiente has sido: tomar un vuelo y dejar la tristeza atrás o al menos olvidarla mientras le das el biberón o la papilla a tu bebé. Ana, por otro lado, y disculpa la contradicción: ¿no habría sido mejor adoptar?
Lo que me queda claro, después de escribir este artículo es lo siguiente: la gestación subrogada es como irse de putas, o putos, es lo mismo: puro consumo, uno sentimental y el otro salvaje.
Don’t forget that, un hijo es para toda la vida: aunque la experiencia americana ha demostrado los muchos casos donde los interesados han renunciado a los hijos a mitad del proceso y después del mismo. Ana, tu no vas a hacer eso. Pero, quizás estás tratando el ser mamá de nuevo como un capricho: un bolso de Hermès, un prozac para el dolor.
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Escribir: ¡vaya verbo, bro!

 

Me cuesta escribir cuando dejo de escribir, es volver a poner en marcha una maquinaria oxidada. Cada día sin escribir es un siglo de aburrimiento y diversión, ansiedad y calma. Tengo una relación extraña con la literatura, a más pienso en quien me lea: menos escribo, más desgana siento. Escribir para mí, por otro lado, era algo liberador cuando era un niño o adolescente de bibliotecas y playas; pero ahora que soy un hombre libre y con pasta escribo porque sé que tengo que escribir. Juancho acertó cuando dijo que la literatura/inspiración te abandona, más, cuando la abandonas. Uno se aleja tres días de su cama, ella te borra de su lista de follamigos. Retomar el contacto con la literatura es difícil, y casarte con ella es un suplicio: flores, follar a todas horas, mimarla y así cualquier cosa. Ella es así, es darle todo a cambio de su amor: seguir escribiendo.