Confío en que mis alumnos y mis alumnas que un día se rebelaron contra alguna forma de injusticia escolar, ante el trato impropio de un docente o una docente, ante la ausencia de actividades de expansión merecidas después de horas interminables de carga académica, ante la falta de sustitutos en alguna materia, ante la mezquindad de una administración que restringía el presupuesto para becas. Aquellas y aquellos contestatarios que levantaron la voz para denunciar medidas arbitrarias desde la Dirección del centro, o para reivindicar transparencia en la resolución de las calificaciones, o para defender su derecho a recibir clases en un clima de tranquilidad conveniente, o para hacerse valer como protagonistas de una convivencia en una formal comunidad educativa.
Confío en que mis estudiantes que se esmeraron por lograr la mejor consigna contra la violencia, contra la desigualdad, contra la segregación, contra la conservación del medio ambiente. Aquellas y aquellos que volcaron lo más granado de su sensibilidad en murales que preconizaban la necesidad de un mundo más equitativo; que emplearon, como primera muestra de su voluntad de cambio, la mejor retórica para defender a la mujer maltratada o discriminada, al inmigrante menospreciado o a las personas con orientación sexual diferente a la propia. Aquellos y aquellas que formando emotivas corales de momentánea fraternidad cantaron canciones de Antonio Flores o de John Lennon apelando al deseo colectivo de paz, o de Bebe y Amaral para erigirse en muros contra la violencia de género.Confío en que todos ellos y ellas conserven un poso denso de cultura crítica y democrática que les sirva para enfrentarse a los cantos de sirena de los nuevos caudillos que bajo el anuncio modernizado y febril de una autoridad que restaurará el orden necesario esconden el látigo del dictador que intenta menoscabar el clima de libertades que hace precisamente posible la denuncia escolar, la voz reivindicativa y la lucha por los derechos de los desfavorecidos.
Confío plenamente en mis estudiantes. Son nuestro caudal, la garantía de un horizonte que arrinconará el repunte de un cuerpo tiránico que estaba (y seguirá estando) en los huesos.
Yo también confío. Y la confianza espero que mueva montañas.
No estás solo. Te seguimos. Tu valentía se merece más manifestación por nuestra parte.
Debemos conservar y transmitir ese legado.