Algoritmos

Ya es de conocimiento común que tenemos nuevos administradores de la cosa económica y de la comunicación. Se llaman algoritmos y son figuras silenciosas que se han metido en nuestra cama con nuestro consentimiento. Desprenden amabilidad lo que los hace más empáticos que los ásperos funcionarios o los dependientes amargados con quienes hemos secretado más bilis de la cuenta. Es lógico que los algoritmos se hayan ido ganando un puesto en nuestro corazoncito. ¿Hay algo más gratificante que el que te pregunten «¿qué estás pensando ahora?» cuando le das vueltas a una borrasca sentimental o a un dilema en tus estudios? Nadie, ni el más sensible de tus amigos ha sido capaz de deshacerse de sus propios líos y concentrarse en la cara de desahucio con que te has levantado hoy. Sin embargo, ahí está él y los suyos, tus algoritmos, para preocuparse por ti: «¿Quieres que te traiga las noticias de actualidad más recientes para que no pierdas tiempo ojeando páginas?»

Y no digamos lo que contribuyen a abonar tu maltrecha memoria, permitiéndose incluso despertarte un gracioso y desenfadado sentimiento de culpa: «Hace tiempo que no entras aquí, tus amigos te han echado de menos, mira lo que te has perdido». ¡Cómo no quererlos! Son peluches en la sombra que te miman a toda hora y velan para que borres de tu magín la peregrina idea de que te encuentras solo.

Pero no hay únicamente algoritmos que tienen esta función protectora. Hay otros más inteligentes todavía que cumplen la honrosa misión de ayudarte en tus decisiones más relevantes. ¿Quieres comprarte un coche o contratar un seguro? Venga, chavalote, que te voy a guiar por el camino verdadero para que no te pierdas en el laberinto de las ofertas y las transacciones.

Estos días he pensado en los algoritmos y me he percatado de cómo han crecido, y de cómo les augura un futuro prometedor. Serán los próximos ejecutivos (¿próximos?) sustitutos de aquellos que un día participaban trajeados del frenesí financiero de Wall Street. Y estando como estamos en los prolegómenos de la vorágine electoral, le doy vueltas a la idea de cuándo estarán disponibles los algoritmos que ayuden a los electores a orientar su voto. Seguro que ya habrá especialistas en inteligencia artificial pensando en la asistencia al votante indeciso.

Voz meliflua y aterciopelada:

Bienvenido al servicio de orientación del votante desnortado. Para poder ayudarte nos gustaría que pulsaras en o en me da igual en las siguientes preguntas.

¿Te gustaría un candidato que combinara capacidad con seguridad?

¿Te gustaría un candidato que fuera humilde, autocrítico y que no mintiera?

¿Te gustaría un candidato que usara el diálogo como herramienta principal de la acción política?

¿Te gustaría un candidato que se atreviera a tomar decisiones valientes sobre asuntos que mejoran las condiciones de vida de sus conciudadanos?

¿Te gustaría un candidato que no vendiera humo ni se aprovechara de la ignorancia y el desencanto de los electores?

Y seguiría la secuencia de preguntas parecidas. Cabría la posibilidad de que el algoritmo al hacer el cálculo de todas las respuestas terminara con la siguiente conclusión:

Lo siento, has contestado sí a todas las preguntas pero Harry Potter no se presenta en estas elecciones. Es conveniente que te hagas con una buena pinza para la nariz.

¡Benditos algoritmos!

2 opiniones en “Algoritmos”

  1. Querido Juanjo: ésto lo podrías publicar en watsap o Facebook. Me parece muy ingenioso y, hasta cierto punto, no premonitorio porque ya están aquí, sí algo temeroso, sobre todo para quien no sabe quién es o no conoce la vida anterior a estos avances de la modernidad (??), igual ese término ya ni es válido. En fin, elucubraciones de mi razocinio.
    Saludos.
    Fátima

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