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La basura

Cuando sometemos a las rutinas de la vida ordinaria a una observación morosa desde la distancia o desde la suspensión del tiempo es posible que podamos descubrir eso que los simbolistas llamaban «correspondencias», una especie de revelación de una luz en la sombra que pone el foco en una actividad del espíritu distinta a la que realmente realizamos con el cuerpo.
Lo pensé mientras hacía algo tan prosaico como sacar la basura de casa hasta el contenedor. Compruebo cómo la bolsa se ha ido cargando de residuos que la van haciendo cada vez más pesada y maloliente. Pasa el tiempo y me ataca cierta pereza para sustituir la bolsa. Por fin la saco del cubo, recibiendo las últimas emanaciones que se desprenden de algo que comienza a descomponerse. La cierro, y hay en ese acto de cerrar una sugerencia de liquidación de una deuda, la cancelación de una incómoda presencia doméstica que parecía se iba a perpetuar a base de apretones cada vez más opresivos de los residuos contra el fondo del cubo. Pero al fin ha salido y el lazo que la cierra definitivamente certifica que en esa bolsa ya no entrará más basura. Y me dispongo a sacar una nueva, olorosa, impoluta, con sus paredes plásticas replegadas y dispuestas para hincharse como un globo invertido y recibir la siguiente remesa de nuestra basura que no termina.
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Visión delirante de Las Canteras (I)

Absorto con la contemplación del mar desde algún punto de Las Canteras, rompe mi embeleso una extraña llamada proveniente de no sé qué interlocución inmaterial.
-¿Diga?, pregunto.
-Joven, me dice una voz, hablo en nombre de la Trinidad Hispanoamericana. Como quiera que en el limbo en que nos hallamos no nos queda más sentido que el de un remoto paladar literario, lo hacemos depositario de nuestra devoción por la vida y le pedimos que nos diga qué ve en este instante.
Les ahorro los pormenores de una conversación que ganaba en extravagancia a medida que se alargaba en mis oídos incrédulos. Solo les diré que la tal Trinidad la formaban García Márquez, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, que en algún lugar del parnaso debieron de sentir el amargo tedio que provoca la eternidad y notaron el cascabeleo de este humilde vago dedicado al oficio baldío de delirar sin fiebre.
Le dije a la voz que comenzaría con García Márquez y que intentaría hablarles a cada uno en su idioma inmortal.
¿Qué veo, querido Gabo?
Embutidos en sus trajes negros de neopreno, confiados a la dulce esclavitud de su aleta de escualo fibrosa y grácil, los hombres peces, enterrándose una y otra vez en el vórtice espumoso del oleaje y resucitando victoriosos sobre sus crestas en una levitación de sal y yodo, como el santo de un paso procesional, habrán de recordar el día en que fueron de arena y sabían qué era un secadal y comían carne al calor de las brasas de una retama agostada. Hasta que se dejaron embriagar por el olor de las algas marinas y Neptuno les regaló las agallas y las escamas que hoy los retienen en el mar perenne sin la nostalgia de la tierra caduca.
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La portavoza: nuevo episodio de linchamiento

E: ¿Qué les parece a ustedes la introducción por la diputada Irene Montero del término portavoza?
R1: Lamentable, un disparate propio de alguien ignorante.
R2: Discutible, el sistema lingüístico pone algunas restricciones a la formación del término.
E: ¿Podrían aclarar su punto de partida?
R1: Ahora resulta que el femenino consiste en que todas las palabras acaben en a. Bienvenida, Irena Montera.
R2: Se trata de una palabra compuesta en la que el segundo término de la composición es ya femenino, voz.
E: Quiere decir que tiene pocas probabilidades de afianzarse.
R1: Claro, si dices portavoza y dices miembra entonces no eres un cargo público sino una carga pública. Mire, lo que debe hacer esa señora y quienes le siguen el jueguito de retorcer el lenguaje es volver a Primaria y aprender a hablar y escribir correctamente. Es desesperante su incultura.
R2: No me atrevería a decir que no tendrá éxito. Árbitra y fiscala son términos que chirriaron cuando comenzaron a extenderse y ambos han seguido caminos diferentes: árbitra está instalada con normalidad y fiscala no se ha asentado en el uso. ¿Por qué? La norma (el uso) las ha digerido de diferente forma. La palabra miembra está bien formada, según el sistema (femenino en -a), pero la norma no la ha aceptado, probablemente porque posee una connotación peyorativa.
E: Pero ¿es correcta la palabra o no es correcta?
R1: Sí, correctísima, y también decir periodisto y conserja. Y así somos más feministas que nadie. Esta es la manera más ridícula de banalizar la lucha por la igualdad.
R2: Llegados a este punto la pregunta sería: ¿está bien formada la palabra según el sistema lingüístico del español? Y la respuesta sería: a día de hoy el sistema no permite la formación del femenino de la palabra en -a, porque voz ya posee ese género. Pero no es lo mismo que sucede con miembra. En cualquier caso, y hasta tanto la norma decida (o sea, el uso imponga o descarte), tenemos un término que podríamos emplear como sustituto: vocera.
Nota aclaratoria: En R1 están representados escritores y escritoras de renombre, alguna exdirectora de la Biblioteca Nacional, reputados periodistas, algún ministro y feligreses de variado pelaje de las redes. En R2 hay expertos sin contaminar.
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