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La orgía perpetua

 

«La orgía perpetua» es un libro precioso del señor Vargas Llosa, que marcó mi adolescencia y me enseñó a escribir ensayos sin necesidad de ser Newton (eso lo sabe bien mi maestro y amigo Eugenio). Lo que sí es una orgía perpetua es el «Sálvame» de esta tarde, y con esas supuestas orgías que se montan los futbolistas/actores. Estoy indignado con este Sálvame, que hace de inquisidor contra los famosos que quedan con los colegas y follan un rato. ¿Qué hay de malo? ¿Qué carajo es esto? Disculpad el tono, pero esto es inadmisible. Lo peor está en los videos y llamadas que son falso testimonio. Y el juego ambiguo: un futbolista con hijos, casado, con una pareja ideal. ¿Acaso os referís al sevillano de Nivea? Esta gentuza televisiva se ha convertido en la policía moral de nuestra época. Repugnante. Deberían sacar las fiestas privadas, las folladas colectivas del milanés que se injertó rubíes. Dejad a la peña vivir, por favor. Informad, pero no metáis miedo a los famosos; ni amenacéis, ni hagáis chantaje para levantar la audiencia. En el día del Juicio Final se darán explicaciones a Dios. En la tierra a Sálvame Limón, Naranja y Tomate putrefacto.

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El cantante frustrado

 

 

¿Cómo me comporto?, pregunta el dictador
¿Cómo me comporto?, se pregunta el dictador

 

Escribir es psicoanalizarse, es ahondar en las profundidades del alma cuando el escritor lo hace desde la honestidad. Me he propuesto hace tiempo dar un altavoz grande- con armonía y ruidos- a mi corazón. Hoy le he preguntado a mi corazón mientras trabajaba: cómo debo tratar con un tirano sin convertirme en un espejo; un dictador que abusa de su poder frente a los débiles. No me gusta que se haga daño a los débiles. El dictador- más despiadado que el almirante de Sasha Cohen– humilla y escupe su ego contra los débiles. El ego se debe reservar para los cuerpo/cuerpo o las situaciones donde haya igualdad, pero no contra los débiles que apenas tienen mantas para taparse. Ellos no. Sé que es un cantante frustrado, ¿qué culpa tienen los débiles? ¿Acaso no son los débiles los que le dan de comer? La música es un ejercicio de humildad maravilloso, siempre que no sea encima de un escenario. Porque encima de los escenarios viven los personajes. Vos sos un personaje que cambia ante un superior, y te transformas en la peor de las madrastras contra los que puedes. Ellos, nuestros hermanos. Ellos que han buscado, con las manos rotas y la boca a punto de desfallecer, a su Ítaca. Ya han llegado a Ítaca. Soy como un padre o un psicólogo contigo, pequeño dictador (pequeño, a pesar de tus muchas décadas que te pesan como siglos de pandemia). Pero, con ellos no. Con este servidor puedes cantar y exponer tu batería de personajes llenos de ego y odio, pero con los protagonistas de este momento de mi vida: no. Por fin han llegado a su Ítaca. No te voy a permitir amargarles esta alegría con tus continuas humillaciones, insultos y desprecios de hombre supremacista blanco (¿qué habría pensado el de Tunis sobre este personaje?)

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La luz naranja

 

 

Lavar el ego

 

Abrazo al maestro de la molécula maestra, al hombre de la dosis perfecta que lee este texto, mientras recibe mi cariño en forma de abrazos, abrazos, abrazos como rayos solares. Porque las palabras son como el sol: iluminan, producen placer. Tumbarse al sol y/o escribir es lo mismo. Son momentos de placer, y como todo placer hay que controlarlo. El placer es un veneno que se vuelve nocivo en la dosis, como he aprendido de vos. Escribir, ¡qué verbo tan universal! El escritor, el que inventa historias y universos es un poco Dios. Un dios que conoce a Dios, que es el ingeniero que une esos puentes: esas historias: esas vidas: esos verbos que se vuelven carne y pescado para que unos amigos de África celebren una fiesta alegre, a pesar de las lágrimas y la incertidumbre. Lloré. Celebrar una fiesta a pesar del luto y la miseria es una odisea como las de Antarah ibn Shaddad. África es una escuela para el ego. Mi ego se ha convertido en una camisa sucia, que limpio casi todos los días con detergente Omo y agua.