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Los chicos (les garçons)

 

Patera.
Patera.

Todos mis amigos duermen con un sueño: despertarse con un contrato, una familia y un pasaporte para ir- y volver- de Ítaca. Ellos duermen. Yo escribo, después de trabajar. ¡Qué sensación más hermosa, mi amor! Antonio Banderas le canta a la morena, mientras la playlist pasa a otra canción. Cada uno de los que duermen tiene su propia canción, su propia sonrisa, su propia alegría. Todos compartieron trayecto con las narcosirenas, pero éstas no eran hijas de Baphomet sino de la sarna y la miseria. Hay esperanza. Duermen tranquilos. Se merecen la mejor de las suertes. Muchos han pasado por la universidad, otros han vivido tanto que ninguna cátedra podría describirlos en mil tesis. Suelo imaginármelos con coche, casa, dando clases, labrando la tierra, comprando en Zara con sus hijos. Se merecen lo más grande, porque son grandes. Sólo un grande se enfrenta con un excálibur de plástico al mar amigo, traidor.

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Gerontomaquia

 

 

Cristina García Rodero©

 

Nuestra sociedad ha librado su particular cruzada contra los ancianos, contra nuestros mayores. Aunque nunca somos mayores, como diría mi buen amigo Pedro de Pablo-conocido como «Cid de Pablo»-. Hemos secuestrado a nuestros mayores en residencias, sin tener la paciencia de soportarlos como ellos nos soportaron de niños. Hay casos y casos, en cuanto a la otra cara de la moneda que es la infancia. Hay progenitores que no pueden cuidar de sí mismos, y por consiguiente de sus hijos. E hijos que no pueden con el peso de sus padres. Aun así son tus padres. Yo renunciaría a un futuro prometedor por cuidar a mis padres, porque como, bien, dice una amiga cubana: « Quien no quiere a sus padres no quiere a nadie». Suponiendo que los padres de uno sean lo peor, «lo fatal» como diría Rubén Darío: son tus padres. Es muy sano llevarse bien, o cordialmente con ellos. Son tus padres, a pesar de los golpes y el pasado: son tus raíces. Un día se irán. Volviendo a la «gerontomaquia», término cuya autoría se la debemos a Franco «Bifo» Berardi que no se equivoca cuando habla de ese virus, ese coronavirus, que va en contra de los ancianos, de los octogenarios. Parece que todo va en contra de la tercera edad, en estos tiempos posmodernos. Antaño simbolizaban la sabiduría y el respeto. Hoy son aburridos, pesados y una carga para la seguridad social. Siempre digo que me siento muy gitano, ¿sabéis por qué? Por su respeto y consideración a los mayores. Cuando un gitano se vuelve viejo se vuelve sabio, se vuelve casi siempre patriarca o matriarca.

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Veneno: una serie salvaje

 

 

La serie “Veneno” es algo más que un homenaje a Cristina Ortiz, la “Veneno”. Es un manifiesto a favor de la libertad (ya no sólo sexual, sino del individuo), de ser uno mismo a pesar de los impuestos que tuvo que pagar por ser ella. Comenzar la serie con “como en todas las historias de ficción, hay en ella algo que es profundamente verdadero” es una tautología. La serie que plantean “Los Javis” es subjetiva, porque hay muchas versiones de la Veneno. Para los creadores de la serie es una leyenda, mientras que para Jorge Javier Vázquez es “una mujer excesiva y desordenada”. La Veneno es lo que cada cual quiera ver, o haya visto en ella. Es una leyenda de la televisión tal y como la entendemos, hoy. Pepe Navarro tiene los millones que tiene gracias a ella. Cristina siempre fue el comodín de oro, para los programas de entrenamiento. Cuando el share bajaba; ahí estaba la de Adra con sus salidas de tono, su humor y su carisma. Ha dado de comer a muchos (dentro y fuera de la televisión), a muchos hombres. Fue víctima de su pasión. Amó a sabiendas que no la amaban. La Veneno estaba enganchada a muchas cosas, y una de ellas fue al personaje de «Angelo» interpretado por un ligero Ciro Petrone– un alter ego de Andrea Petruzzelle: un chapero que le sacó los cuartos-. Ella lo sabía. De alguna manera compraba ese cariño, esa pasión, ese falso amor que le duró lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. En cuanto a cómo plantea la serie esta realidad, sólo puedo decir «´bravo» en cuanto al guión y al reparto. Me impactó mucho ver a Desirée Rodríguez como Paca la Piraña. Los responsables han sido muy valientes rescatando a Desi de GH, una transexual que funcionó durante un tiempo en la tele para después hacer un poco de porno- hasta que este último, también la abandonó-. Lola Dueñas es una reina interpretando a “Faela Sainz”, la reportera que descubrió a la Veneno. Isabel Torres, mi paisana canaria, ha hecho un trabajo en cuanto a la pronunciación bestial. Es impresionante que en su estado de salud pueda tener esa fuerza y alegría, y sin que casi nadie supiera lo de su enfermedad- hasta que lo hizo público-. Además de ser una gran artista que, muy pronto, será reconocida por la crítica. Daniela Santiago, también, será reconocida- estoy seguro-como una mujer atractiva, que sintetizó todo el erotismo de “Veneno”. En cuanto al cameo de Ángel Garó: gran actor, que no ha sido reconocido. La serie puede ser un trampolín para él, con el fin de superar esa imagen que proyectó en Telecinco. Ángel Garó es un hombre muy culto, un hombre que ha sido secuestrado por la escenita del balcón y las broncas televisivas. Otro personaje que merece atención es Jedet. Estuvo genial, menos en esa versión cutre y aburrida de “Veneno pa’ tu piel”. Jedet canta muy bien, pero deberían haber puesto la voz de la Veneno; con todo lo que supone oírla cantar: «Mírame, quiero que me digas toda la verdad». La Veneno fue verdad, la misma verdad que plasmó Valeria Vargas en esas memorias y que, ahora, los Javis plasman en esta maravillosa serie. Alguien quiso silenciar a la Veneno, pero ahora su serie es un micrófono en el que canta desde la inmortalidad: «Soy la magia, soy el hada que se clava en tu mirada. Soy la tentación prohibida, que te va quemando el alma».