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Sombras del Bentayga

Roque Bentayga
Roque Bentayga

Tras de mí hay un foco eléctrico que refleja una sombra obesa. Esa sombra habla por mí, esa sombra soy yo. No. Ni yo soy yo, ni esa sombra forma parte de mí. Las sombras lo han tomado todo, y la mía-en este caso- lo ha invadido todo. Soy un reflejo de ella. Voy a donde ella quiera y como lo que ella desea comer y vivo sin vivir en ella; o ella vive sin vivir en mí. Es una sombra outsider, se la suda la física o la lógica. Va por libre. Sale por ahí a sabiendas que siempre la defiende el foco eléctrico. Comienza a encenderse. Shpppff. Aparece en la pared para escaparse de mí. La persigo. Se esconde dentro del Roque Bentayga. Es nuestro punto de unión. Ahí ella se reconcilia con mi cuerpo y conmigo. Ahí se encuentra a sí misma junto a la piedra y la luz del cielo.

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La vida aburrida

La vida es un soplo. Un ladrido. Un gemido angustiado por la monotonía de los días, las semanas, las décadas y las vivencias que giran como una noria. Una vez le dijeron a Julia «la vida era un aullido interminable: un aullido agudo y temible que te empuja». La vida es lo que quiera que sea, será alegre o acompañada de algún ruido. La mía estuvo ahogada de bostezos, sin aire. De bostezos perfumados y estáticos que te obligaban a parar los pies contra un muro. Comenzabas a dar golpes contra el muro hasta romperte las piernas. A ver si así mueren los bostezos. Nunca he llegado a asesinarlos. Los bostezos con aire, aire caliente y maloliente son necesarios para las pócimas de los brujos: lo respiras y giras en círculo hasta perderte de la verdad (ellos no mueren, tú sí). Los bostezos acaban con la vida. Te condenan a morir después de haber muerto en vida habiendo renunciado a ella: a la niña bonita, a la vida activa.

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Rocío Jurado

Rocío Jurado en la luna, Rocío en el espacio del genial Iván García Illustration.
Rocío Jurado en la luna, Rocío en el espacio del genial Iván García Illustration.

La diva más humana que ha existido en la civilización moderna se llama Rocío Jurado, la más generosa diva que inclinaba su cuerpo y sus senos de luna ante el público que la abrigaba, mientras en la vida real soportaba la angustia de un manager mediocre o una hija celosa. Rocío habría sido una Dame como hoy lo es Shirley Bassey, pero jamás le ofrecieron un buen consejo. Quiso tirar de la familia, pero esa misma familia hacía de garrapata pesetera– en vida de la chipionera-; y una vez muerta continúan escupiendo sobre la voz más ancha de la música europea. Rocío es una creadora de estilo, una artista que sólo puede estar a la altura de grandes divas como lo son Streisand o la mismísima Madonna. Quien no esté de acuerdo que escuche la mejor versión de Felling existente; cantada por la Rocío más universal, más grande. Fue grande, es grande porque triunfó teniendo miles de toneladas de cucarachas y paciencia. La misma paciencia religiosa de que no hay mal que dure cien años. Tan religiosa y correcta fue Rocío que calló lo que debió gritar a los vientos.