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Erdoğan, ¿nos aclaramos?

 

Erdogan toma un yogur rodeado de estudiantes en Ankara. ©AP
Erdoğan toma un yogur rodeado de estudiantes en Ankara.©AP

 

Las series turcas están revolucionando el panorama televisivo, pero son más revolucionarias en cuanto a su contenido. A día de hoy está prohibido, y mal visto por la sociedad erdogana, darse besos en el espacio público. Escribo «sociedad erdogana», porque Turquía es lo quiera el señorito Erdoğan. Es el mesías de la patria, es el Mahoma posmoderno y lo demuestra en cada una de las tonterías legislativas que realiza él y sus parásitos. Este señor tiene mentalidad de dictador: «mejoro sustancialmente la economía turca, pero yo soy la ley. Yo soy la democracia. Yo soy la verdad. Yo exporto series turcas donde se comen la boca, el alma y visibilizo, falsamente, la diversidad que hay en Turquía pero eso de puertas para fuera. Dentro de la nación, no». En casita la gente no debe quejarse. Las minorías deben estar alienadas a la santa voluntad  del mesías Erdoğan, sino papi se enfada; te censura o manda a sus servicios secretos. Lo malo de Erdoğan es lo camaleónico que es, lo falso que es, la cantidad infinita de caras que Allah le ha dado. Con Arabia Saudí tiene una cara. Con Qatar otra. Con Israel otra. Con Irán otra. Con Siria otra. Conmigo otra. Y con los espectadores de series turcas, otra. En estas series venden la libertad que hay en Turquía: mentira, no existe la diversidad de opiniones. Todo se hace según la sharia del mesías Erdoğan. Sé que estás enfadado por estas palabras, camaleón turco: me prohibirás entrar a Turquía para hacerme un microinjerto. Me da igual. Tu poder tiene fecha de caducidad, la democracia no.

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Mari Trini y la homofobia

 

Mari Trini en una actuación.
Mari Trini en una actuación.

Mari Trini ha sido condenada al ostracismo por enfrentarse cuerpo a cuerpo contra el patriarcado. Fue condenada, y sigue condenada en el inconsciente colectivo, por muchas razones: porque fue lesbiana, con y sin Franco, sin ocultar demasiado su identidad sexual; y en España ser lesbiana se paga muy caro, siempre, al menos en el mundo artístico o televisivo. El ejemplo lo tenemos en Rosana y cómo es apodada en el mundo artístico, o cómo trataron a Encarna por ser lesbiana: jamás lo negó, ni lo afirmó, pero fueron a por ella como han ido a por Mari Trini. Lo de Mari Trini es pura homofobia, ¡ojalá la generación Z y las posteriores o la misma millennial rescaten a esta gran artista! Tampoco importa que la rescaten, porque Mari Trini es un clásico sea escuchada o no. Es como un aria de Puccini. Lo de Mari Trini no tiene nombre, ya lo he dicho: el instinto carca, patriarcal, machista, homófobo que tienen las mujeres y los hombres- de ayer y hoy- hizo todo lo posible por desacreditar a Mari Trini por sus labios, por su orientación sexual, por cantar en otros idiomas (cosa que muy pocos pueden decir) o interpretar clásicos franceses en el idioma de Cervantes. Les molestaba que fuera libre. Les fastidiaba que tuviera libertad económica y que encima fuera buen persona, pero nunca fue una «señorita tranquila y sencilla», esa no fue ella.

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Medea

 

Chabelita liberada.
Chabelita liberada.

La historia se repite porque es cíclica, escribió Hegel; uno de los grandes idealistas-realistas de la historia. Estamos asistiendo en el panorama rosa español a una tragedia, donde es asesinada la hija de una folklórica por su madre, su hermano, su cuñada, su primísima y por toda la pirámide televisiva de España. La mala de la historia es Chabelita, porque quiere existir más allá del apellido Pantoja. Porque quiere ser libre más allá de los dictámenes de su madre. Y fundamentalmente porque es adoptada. Isabel Pantoja (o Maribel para los amigos que usa y tira como los tertulianos) tiene hijos de primera y de segunda. Para la tonadillera dejas de ser hijo, cuando llevas la contraria a mamá. Chabelita- o Isa P. en su nueva andadura como cantante- fue adoptada por Isabel Pantoja y su pareja/rollo de entonces. Un rollo que terminó muy rápido, por culpa de la rana de los celos. Isabel fue la madre de la criatura, después de traerla de nuestro país hermano Perú. Los años pasaron. La niña se liberó de mamá, de tito Agustín; descubrió a Freud debajo de las sábanas y eso a mami no le gustó. Y según las últimas declaraciones de mami Pantoja: “No quiero saber nada de mi hija, ¡qué nos olvide!». Señora Pantoja, esa es su hija le guste o no le guste. Es tan hija como el hijo del torero. Los niños no son muñecas, no son como la Rebeca o la Nancy. Los niños adoptados son tan niños como los que uno trae de sus entrañas. Un poco de coherencia, Maribel. Un poco de dignidad gitana, prima.