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La revolución de Rosalía

Portada del disco " El mal querer" producido por Rosalía y El Guincho.
Portada del disco » El mal querer» producido por Rosalía y El Guincho.

Rosalía, acabo de ver tu entrevista con Buenafuente y me has convencido. Desde que versionaste aquel poema de San Juan de la Cruz supe que eras algo más que una voz flamenca. Para mí, ya formas parte del olimpo de los dioses del flamenco por tu personalidad y por la originalidad de tu música. El fenómeno, este fenómeno que has formado (con tu carisma y tu arte) me recuerda a la revolución que supuso Lole y Manuel, primero, y después Camarón en el universo flamenco. Eres una genio, y no un producto en manos de unos tipos obesos con ganas de ganar pasta. Diosa que gobierna sobre el olimpo del flamenco contemporáneo. Sos una diosa vestida de chándal y mantón de manila. En tu entrevista con Andreu mencionaste al terremoto más grande que ha pasado por Jerez, Paquera de Jerez, o a la mujer más fuerte que ha pario mare, La Niña de los Peines. Rosalía, ahora, ya eres una leyenda como ellas. El que Almodóvar haya apostado por ti es un hecho histórico. Tan histórico como tu último disco. Cuando termine de escribir este artículo iré a El Corte Inglés a comprarme «El mal querer», un disco revolucionario.

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Esta tarde con Hani Naqshabandi

Hani Naqshabandi en la calle capitalina Los balcones.
Hani Naqshabandi en la calle capitalina Los balcones.

Esta tarde de noviembre será testigo, testigo fiel de la construcción de un puente donde se sentarán a conversar el hermano Hani Naqshabandi sobre «Medio ciudadano respetable», una novela donde decir NO está prohibido. Sidi Hani se sentará en el puente de culturas junto al gran humanista Juan Carlos de Sancho. Se elevarán puentes y ríos donde los barcos enseñan su bandera, la bandera universal de la libertad y la literatura mientras Galdós observa la escena desde las ventanas de su casa. A las 19:00, hoy, en la Casa-Museo de Galdós, estar para cruzar el puente hacia el horizonte de la belleza.

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Procuro olvidarte

Escaparme a una playa vacía. Llorar. Levantar los brazos al cielo. Golpear la arena para después llegar a mi habitación. Lleno de arena, sal y meterme en el sobre de amor que nunca he escrito. Llorar. Intentar dormir. Volver a llorar. Tomar la almohada que me asfixia todas las noches. Recuerdo la necesidad de amar. Amar siendo joven, aunque la vida iba en serio como nos enseñó el poeta. Otro profeta me hizo temer al rechazo inhumano de la amada: Olvídame.