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Templanza

Círculo negro, cuadro del suprematista Kazimir Malévich
Círculo negro, cuadro del suprematista Kazimir Malévich

Unirme con el libro más bello de las tres dimensiones. Ese libro es el alma, lo tomo con templanza y veo la luz. La luz tenue que nos salvará del salvajismo. Unirme al libro, unirme a mi alma. El libro es sinónimo de alma. Quien no conoce su libro, no tiene alma. El concepto libro, en este contexto, no es un formato encuadernado sino una llave que, según las circunstancias, se recita o se lee. Hay quienes no leen, pero conocen cada una de las letras de su alma. Letras escritas con el oro de la templanza de quienes caminan pausados y felices. Esta mañana he caminado bajo la templanza del cielo (él también conoce su libro). Subí los ojos hacia el techo, y me encontré con una gran luz. Una luz omnipotente, celestial e infernal: esa luz es la biblioteca donde todas las almas-libros se posan (por orden del Demiurgo). No todos pueden ver esa biblioteca que vuela en los cielos. Quienes observan con templanza, sí.

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La necesidad del ladino en la lengua española

Darío Villanueva (director de la RAE), Shmuel Refael Vivante y Jacob Bentolila en la construcción de la academia del ladino; asociada a la RAE.
Darío Villanueva (director de la RAE), Shmuel Refael Vivante y Jacob Bentolila en la construcción de la academia del ladino; asociada a la RAE.

El ladino es el gran ejemplo de supervivencia, de cómo sobrevive un idioma y una identidad a pesar de las dogmatismos, las guerras o el paso del tiempo. Conocí el ladino, hace unos años, gracias al profesor y gran amigo Carlos Yebra López (mi hermano O’ Yebrish); y sin pretenderlo descubrí algo que, ya, conocía. Esa canción que escuché con diez, once años era ladino. Esa canción, cantada en mi Almería y bailada en Israel, en la que dos hermanas se rencuentran en tierras lejanas. Continuar leyendo «La necesidad del ladino en la lengua española»

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El cuervo multicolor de Mary Sánchez

Mary Sánchez con Néstor Álamo junto a los perros de Santa Ana.
Mary Sánchez con Néstor Álamo junto a los perros de Santa Ana.

Él no es un cuervo pasajero, te arranca el alma y se va. Hoy, no está pero está. Está conmigo: duerme conmigo, o yo aferrado a sus brazos hercúleos con aroma a timple y agua salada. Tiene las mejillas quemadas, cayó de la barca de Caronte pero nadó hasta mi encuentro. Hoy nos amamos, mientras cantan.