ELLAS
Ya se ha dicho todo y sin embargo queda por decir. Mucho. Y por hacer. Muchísimo. No me siento original para volver sobre lo ya dicho, ni me siento ejemplar para exhibir lo ya hecho. Pero hay que seguir diciendo, hablando, declarando, exigiendo. Porque ELLAS están en el mundo, como nosotros, en el mismo reino que nosotros, en la misma línea horizontal, como los pájaros sobre el cable del tendido, en la misma rectitud, mirando solo a los lados, libres de la mirada cenital de la soberbia, contemplando el mundo a la misma distancia que nosotros, con aptitud para volar en el mismo aire.
Porque ELLAS son cómplices, compañeras, corresponsables, copartícipes, coautoras del universo amoroso y de los otros universos, del arte, del pensamiento; beneficiarias ex aequo de los mismos frutos, agraciadas con la maternidad, generosas con nuestro efímero chispazo; puzzle acabado con nuestro destino.
ELLAS son la mitad de lo que pensaba Petrarca, la mitad de lo que elogiaba Neruda. La otra mitad, las otras mitades las constituyen su nombre concreto, su piel concreta, su entidad concreta levantada con el mismo andamiaje que sostiene la nuestra, su palabra concreta, su valor incontestable.
Y hay que hacer, también, para que el miedo huya de ELLAS, vencido, reducido a sepia, encerrado en el sótano de las pesadillas de la Humanidad. Y hacer para que tomen de nosotros lo más granado de nuestra virtud y lo digieran, y lo disfruten, y lo restituyan al lugar sagrado de los seres acreedores de dignidad.
Y hay que hacer para que su estancia no sea un premio sino un derecho. No somos, nosotros, su recompensa. Somos sus compañeros, corresponsables, copartícipes. Pero hoy les toca a ELLAS decir lo que quieren, aunque ya lo sepamos.