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Alexis Monroy o Eladio Ravelo, tanto monta

Lo vieron esta mañana por la calle Ripoche. Iba callado como una tusa. Él, que habitualmente saludaba hasta a las farolas. Porque era el alma de la fiesta en los bajos fondos. Con su corazón marcado a medias por la vasta cultura de los libros y el latigazo amargo de los desamores y las mezquindades. Dudú fue el primero que le notó la cara rara. «Tú no bueno sueño», chapurreó. Luego se tropezó con El Chapi, pejiguera como una pegatina en la palma de las manos. «Si vas a empezar el día así, mejor te vuelves a que Gloria te pase otra vez la mano por encima». No tenía ganas ni de darle un espantón al yonqui, que siempre le venía bien para espabilarse antes del café. A Gloria no le pareció normal que dejara el bocadillo de media mañana sobre la mesa. «Amor, no vale la pena que pierdas el apetito por eso. Ahora, si perdieras el vicio del cigarro, a lo mejor el potaje que tienes en la cabeza le sentaría bien a tu salud.» Asomado en la puerta de su tienda, el hindú Hanif lo llamó para enseñarle lo último que le había llegado de Nikon. Pero él levantó la mano para disculparse. Hanif le dijo a los suyos que sus ojos tenían el carrete velado. Felo quiso contarle que su carraca, su Fiat 124, ya estaba a las puertas de San Lázaro, que mejor iba pensando en desahuciarlo. Y al mecánico del Risco le pareció que a él ya le importaba poco.

Ni siquiera paró en el bar de Casimiro a soltar amarras y refocilarse con las miserias de la ciudad. Y eso sí era raro. Más raro aún que se sentara en un banco del Parque Santa Catalina después de que un senegalés le hiciera un sitio quitando su petate.

Y sacó un cigarro. En eso no había concesiones. Y perdió la vista encajonándola entre Miller y Élder, como evacuando el pensamiento hacia el muelle.

Hasta que llegó Eladio. No lo esperaba. O sí. Quizás era el único que podía entender lo que le pasaba. Monroy lo dejó que se embebiera un rato de la baifa que lo tenía embelesado y cuando le pareció oportuno, le espetó sin mirarlo:

­—Se nos jodió el bisnes, Ravelo.

Él asintió. Echó cuatro vaharadas de humo y tiró el cigarro. Eladio se percató de que la cosa ya estaba madura para preguntárselo.

­—¿Qué vas a hacer ahora?

Él se quitó las gafas, le limpió el pizco de vaho que las empañaba y le pasó el brazo por encima. Por primera vez en la mañana le dio cuerda a las comisuras de sus labios.

­—Vamos.

—¿Adónde?

­—Coño, Monroy, adónde va a ser. ¿Dónde se está mejor que en tu choso?

­—Pero cuidadito con la Gloria, que a ti te baila el ojo.

—Acuérdate del bolero, simplón, «la gloria eres tú».

10 opiniones en “Alexis Monroy o Eladio Ravelo, tanto monta”

  1. Bonito homenaje a otro de los nuestros que la parca se lleva antes de tiempo. Por suerte nos deja un legado de relatos y personajes cercanos en herencia que nos permitirán ratificar nuestro agradecimiento y admiración.

  2. Muy bueno.Me llevó al sutil Juan García Hortelano de » Nuevas amistades» o , incluso, a la finura de Aldecoa, gran amante de Canarias, por cierto. Un abrazo, siempre querido amigo de las Afortunadas Islas

  3. Solo un maestro en las nobles artes de la literatura y en las arduas empresas novelísticas como tú, mi apreciado Juanjo, es capaz de captar el inmenso peso que, en ocasiones, atesoran los personajes y cuándo estos, a la cervantina manera, llegan a fundirse con los narradores para despojarlos de sus máscaras y mostrar quiénes están detrás de esa voz en off que nos acompaña. Siempre nos quedará Eladio porque nunca nos faltará Alexis. Tu recreación y homenaje lo testimonian, nuestra emocionada lectura lo proclama. Muchas gracias por esta perla «alexisraveliana».

  4. Lindísimo homenaje a un hombre bueno, muy bueno.
    GRACIAS, Juanjo.
    ¡Qué penita su muerte! Nos queda «el recuerdo» y sus personajes e historias.

  5. Me ha gustado el lenguaje que has utilizado. Me ha llevado a sensaciones del decir canario, que oía hace años con un tono socarrón, en el que se trasmitían emociones sin ofender.
    Recuerdo al compañero del trabajo ( peninsular) que ante la pregunta en una entrevista a una hija de un enfermo ¿ a su padre se le va alguna vez el baífo ? . Me preguntó que síntoma era, yo no entendía el porque de la pregunta , lo sentía como un lenguaje coloquial. Para el que me acompañaba en su aprendizaje, era digno de ser escrito y profundizar en ese síntoma.
    Gracias.

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