Ave

Ave, oh cenizo que engordas la desgracia con la llamarada de la noticia amarilla.

Ave, oh mastuerzo que te solazas con los anuncios del Apocalipsis.

Ave, oh soberano del reino de «Atoropasado» que siembras el horizonte de severos pronósticos sobre la hecatombe.

Ave, oh experimentado maestro de las soluciones que no tuviste reparo en desear que en 2008 se hundiera España para en el reflujo del viento maloliente de la pobreza subir a los cielos del gobierno y pasar a cuchilla los servicios públicos.

Ave, oh chorizo de la verdad que llenas tu tripa con mentiras dolorosas que se posan como pajarillas sobre la delicada piel de la ignorancia.

Ave, oh torpedo de la democracia que pides gobernar con el aval de tu xenofobia y tu menosprecio a las prioridades de la salud.

Ave, oh cantante proverbial de rancheras que comes de la sopa boba del poder, en tu casa o en la mía, y te apuntas a la demagogia rancia de denostar a los políticos y enaltecer a los trabajadores.

Ave, oh catedrático de la coordinación, alquimista de la sanidad, ingeniero de la medida exacta, que tienes en tus manos el soplo de Prometeo y clamas porque no te hacen maldito caso.

Ave, oh profeta que vaticinas el fuego eterno y esparces la gasolina de tu profecía sobre el miedo y la incertidumbre.

Ave, oh gran señor de las redes que dominas el planeta desde el wasap y cambias el rumbo de un meteorito con un tuit, sentado cómodamente en tu sillón mientras despellejas a quienes nunca podrás sustituir en tu puñetera vida.

Ave, oh pobrecito doctor en incivismo que giras en torno a la órbita de tu ombligo y le das teta a la imbecilidad que te habita.

Ave a todos ustedes, dioses del saber hacer, héroes de barra y taberna, porque gracias a ustedes este país ya alumbra el final del túnel.

Ave, sí, pero Avecrem.

2 opiniones en “Ave”

  1. Incluso en los tiempos de crisis y extenuación hay que sacar creatividad para volcarla sobre quien no la merece. Todas las dudas de si son capaces de comprender algo (bueno sí, lo de «Avecrem» y quizás «Ave María Purísima» les puede resultar familiar). Totalmente de acuerdo con tu invocación analítica.
    En medio de todo este rebumbio nace el nuevo concepto de vendedor: el que echa humo para venderse. Humo tóxico, insalubre, rancio abolengo…
    Gracias, amigo, por impedir que la rutina adormezca la conciencia.

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