La plataforma Spotify emplea un recurso burdo para conseguir que claudiques y acabes pagando la suscripción que te ofrece: cuando estás embelesado escuchando música irrumpe con un anuncio que te ha repetido machaconamente por boca de una dulce voz femenina con pretensiones melifluas. Es el mismo siempre, para que te aburras y te desesperes y explotes diciéndole al demoniaco algoritmo: ¡Basta ya, te pago lo que quieras, pero calla a esa mosquita muerta de una puñetera vez!
Yo no he picado todavía. Y contraigo los oídos como si tuvieran párpados para sortear a la inocente muchacha. Pero la escucho, no puedo evitarlo, y aunque procuro no prestar atención a los mensajes, la batalla es fiera y desigual, como las de don Quijote, y termino vencido.
Entonces hay un mensaje que se me queda flotando en el oído un día y otro, pero como mi interés no es florido flota en los alrededores del pabellón auditivo y no entra del todo en mis entretelas. O dicho de otra manera, me llega atrofiado y me quedo con él con una confusión que me trastorna. El mensaje dice: No te hagas selfis en el baño. Y yo, que ya ando pagando las consecuencias de la edad en esto de la eficacia auditiva, entiendo: No te hagas el pis en el baño. Si reparan ustedes en las ligazones de las consonantes convendrán conmigo en que el parecido justifica mi confusión.
El caso es que durante un tiempo (uno o dos meses) me venía a la cabeza la frase confundida y excitaba en mi magín las intenciones de los publicitarios que la habían propuesto. ¿Por qué espolean con esta consigna a que abandonemos la costumbre secular de orinar en el retiro más íntimo? ¿Será un arcaísmo que ha acabado fagocitando la ultramodernidad y yo todavía con estos pelos? ¿Una reivindicación de la legión de escupideras y chatos que el hedonismo contemporáneo hace suya y yo sin enterarme? ¿Un mensaje subliminal de una firma de pañales para adultos? ¿Aliviar la vejiga como quien estornuda en plena calle, con un discreto ocultamiento de la mano y fuera las apreturas? ¿Qué puñetas tiene que ver la prohibición de mear en el baño con el placer de escuchar a Mozart sin interrupciones? Y sobre todo ¿a quiénes va dirigido este mensaje? Porque de repente me veo señalado por la muchacha inocente de la misma manera que el adolescente melómano, pues Spotify es intergeneracional y reparte bocadillos para todas las dentaduras.
Desconcertado por las cábalas estrafalarias que me venían a la cabeza, reconozco que me costó salir de la sensación de astracanada que me invadía. ¡Cuánta ignorancia me inunda en este mundo de la publicidad! Hasta que una chispa casual pone sensatez en mis oídos y escucho la frase verdadera. Y me abofeteé por imbécil, por no haber recurrido al principal de los auxilios para salirme de este ridículo especulativo: prestar atención (que no es lo que pretende Spotify, por cierto).
Y ahora escucho distendidamente la música de la plataforma, con la tranquilidad de que se ha resuelto mi ecuación retórica. Pero desde la aclaración del entuerto vienen hormigueando mis neuronas con un runrún que hago por sofocar para que me deje escuchar la música en paz: ¿Qué perversión se esconde en el acto de hacerse selfis en el baño? ¿Una fantasía erótica? ¿Un divertimento vicioso? ¿Una dimensión prohibida del arte narcisista de fotografiarte hasta las ternillas?
Mejor apago el fuego con la música, ese bienestar, ese placer…
Tengo que confesar que tu reflexión ha motivado en mí cierta perplejidad y no precisamente por tu meditada introspección sino por lo extraño, rocambolesco e inusitado del martilleante mensaje publicitario «No te hagas selfies en el baño». Reconozco que me ha descolocado y puede que sea cierto que la edad nos va jugando algunas malas pasadas o que no estamos en la onda -como diríamos en otros tiempos pretéritos- o, simplemente, que no sabemos descifrar el metamensaje encriptado en la sentencia. Sea como fuere, lo reitero, no lo entiendo. Ni en las más extravagantes fantasías que haya podido tener no me he visto nunca haciéndome selfis en el baño. Como decía hace poco otro amigo «O tempora, o mores».