La declaración de Risco Caído y Montañas Sagradas de Gran Canaria como Patrimonio de la Humanidad es un acontecimiento importante. Además del aporte cultural, el reconocimiento a un descubrimiento de primera magnitud, la repercusión mediática y la propia entidad del monumento reconocido, que es un alarde de belleza de ingeniería, magia e historia, el hecho me resulta útil para recuperar (o refrescar) la idea de identidad, tan zarandeada en ocasiones tal vez por contagio de tentaciones maximalistas.
La identidad se me antoja necesaria a pesar de lo inasible de su naturaleza. Porque el anclaje en el pasado es un acto de voluntad que crea un vínculo, emocional si se quiere, pero también nutricio de la raigambre, que va más allá de la nostalgia por una sociedad idealizada o pintoresca para situarse en la necesidad del ser humano de poseer un pasado que contar. Narrar nuestros orígenes constituye algo más que un adorno. Hablar de nuestra realidad de pertenencia nos otorga un sentido de la historia y nos recuerda que somos herederos, no dioses autosuficientes ni meteoritos caídos del cosmos ignoto. Nos recuerda, en feliz lirismo de Whitman, que estás aquí, que existe la vida y la identidad, que prosigue el poderoso drama.
La contemplación de la obra que acaba de ser reconocida por la UNESCO provoca un sentimiento telúrico, si es que algo así pudiera ser sentido. Incita a movilizar la sensibilidad por unos individuos antepasados nuestros que se las ingeniaron para generar un conocimiento útil basado en la observación al tiempo que lo elevaba a la categoría de lo poético encerrando en una cueva un instante tan cargado de esplendor como el que provoca la admiración nunca agotada de una puesta de sol en el horizonte de Las Canteras.
Ese genio del ser humano estuvo aquí, cerca de donde se ejercita nuestro músculo de la emoción estética cuando nos dejamos penetrar por la fantasía de piedra de las cumbres grancanarias. Y es ese hecho el que me devuelve mi identidad, sin que me asistan duendes que reivindiquen sobrepasar la historia ya consumada. Vivo mi identidad, mi sentido de pertenencia a un pueblo, con la gratitud a la herencia ingeniosa y sabia que me permite contar, pensar, disfrutar e imbricarme con la naturaleza en el momento histórico que me ha tocado.
Completamente de acuerdo con tus palabras para continuar celebrando la identidad. Risco Caído invita de nuevo no solo a explorar profundamente esta tierra que sí, es herencia, sino a reconocernos en ella y continuar generando lo que somos desde estas islas. Sin idealizaciones ni purismos, sino tomando con nuestras manos este legado maravilloso, no falto de magia, para seguir forjando con lo que somos esta identidad canaria que está hecha de metamorfosis, de tránsito, y cuya esencia está en la orilla. Abrazándola, sin ninguna duda, podremos contemplar mucho mejor las islas que habitamos y cuidarlas como nos merecemos.