¿A qué huele?
Uno entra en El Corte Inglés a través de la planta baja y lo recibe una nube de perfumes que de inmediato captura su olfato para conducirlo por los pasillos que llevan hasta el culmen del bienestar. Ese olor se convierte en un grillete amable que embriaga y transforma la acritud de la calle en fragancia balsámica. Nos entregamos a esa seducción aunque vayamos con prisas, porque en el fondo nos agrada esa transición momentánea al umbral del lujo, aunque seamos austeros o reneguemos del consumismo feroz que nos provocan los señuelos publicitarios.
Escuchando y leyendo a Marta Peirano, una joven que ha escrito El enemigo conoce el sistema y da charlas sobre la vigilancia de las tecnologías sobre los ciudadanos, se descubre que en el aparato multimedia que las empresas ¾y los estados¾ despliegan sobre nosotros para capturarnos como clientes, usuarios o identificados objetos manipulables el olor es un factor con una potencia seductora brutal, capaz de ofrecernos una felicidad administrada como las familiares pastillas de caldo saborizantes.