Sevilla, los amigos

Durante unos días ando de viaje con unos amigos por Andalucía. El viaje siempre es un paréntesis, pero cuando uno se halla inmerso en él, hace por figurarse que no será una experiencia caduca y le imprime una intensidad mayor a cada instante, como si se rebañara en un plato hasta la última gota de una salsa sabrosa.

Hemos empezado por Sevilla, la capital, la soberana que se exhibe ante el visitante con esa arteria de agua secular y poética que es el Guadalquivir. Sevilla se abre en calles anchas y avenidas despejadas para que quepan japoneses, nativos y nacionales y se conjuren sin conocerse para disfrutar del incipiente olor a azahar de los naranjos urbanos y de los efluvios del incienso que preludia el inminente arrebato religioso de la Semana Santa. Aquí y allá emergen edificios monumentales que elevan el porte aristocrático de una ciudad que tuvo en su momento histórico la moderada ilusión de villa y corte del Imperio.

Me alegra la frescura de un acento que comparte con el nuestro la libertad meridional de las eses y la filigrana fonética con que aspiran sus hablantes. Son ciudadanos y ciudadanas que llevan tatuada en su frente la misma retahíla de preocupaciones que el resto de los españoles, pero puestas en la melodía peculiar del habla pareciera que sobrellevaran con menos tragedia la supervivencia cotidiana. Una impresión ingenua por mi parte. Sin embargo, me gusta descongestionar el pensamiento cuando rebosa de pesimismo, y reconozco que escuchar a los andaluces obra el milagro de la felicidad gratuita.

Mientras camino por las calles y echo la vista atrás repasando la cantidad de viajes que cargo a mis espaldas me reafirmo en el interés por la gente, por la gente común, la que va de un lado a otro envuelta en el anonimato y que de repente estalla de espontaneidad para dar paso al individuo singular que tiene una historia por contar. Me entusiasma la mujer que capta mi acento canario y me interrumpe para revelarme sus vínculos históricos con nuestro paisanaje, o la camarera que se acerca a mí aparcando provisionalmente su impostura laboral. El viaje se convierte para mí en el deseo de romper paredes allí donde todo es seriedad, extrañeza y desconfianza, y de tropezarme con una casualidad dichosa que me reviente en la cara y me devuelva la condición de ciudadano universal de la que parezco alejarme con mis comportamientos misantrópicos.

Y esa pasión contenida por la gente otorga a este viaje una categoría especial. Venir con los amigos es una suerte, un baño oloroso y balsámico de humanidad, un acercamiento al ideal de fraternidad al que aspiro. Confluyen en este remanso temporal la hermosa voluntad común de reírnos bravamente y sin medida de nuestras miserias y de aceptar sin sacrificio nuestras diferencias individuales. Todo se recoloca, nada se erige en cuestión trascendental, y se acrecienta la impresión de que si existe la sabiduría de la edad, tendrá que ver, sin duda, con la ubicación del afecto en el centro del universo.

Cuando pienso en la herencia espiritual que dejo en esta vida, la vanidad me tienta a inmortalizarme en aquello que produje o que creé con valor artístico o profesional. Pero estando de viaje durante estos días me redimo de ese acceso de arrogancia, porque reforzar el vínculo con los amigos tiene la consistencia de una raíz honda y poderosa, y nada podrá igualarse al placer de sentirme deudor del amor fraternal que me brindan, en Andalucía o en un rincón luminoso de su memoria.

5 opiniones en “Sevilla, los amigos”

  1. Desde este rincon del Atlántico se agradecen tus palabras.. casi llega hasta aquí ese incipiente olor a azahar… en esta tarde lluviosa pero serena. Brindo por ustedes.

  2. ¡Bravo, Juanjo! Qué fácil se me hace identificarme con cada uno de las palabras de esta luminosa reflexión, quizás para mí aún más fácil por compartir contigo y con los amigos este viaje a Andalucía. Gracias por aplicar el verbo claro y preciso a muchas de las impresiones, sensaciones y sentimientos compartidos y por regalarnos tu amistad.

  3. Juanjo, con tus palabras me reubicas en esa Andalucía luminosa, jaranera, mágicamente creyente y fiel a las tradiciones y folcklore. Me devuelves a mis años de niñez, cuando ibamos la familia completa en el Plus Ultra hasta Cadiz o Algeciras y de ahí a Sevilla para coger la guagua de Alsa hasta Huelva, meta de nuestro periplo veraniego y ciudad de mi familia paterna. Y de mi ida a Sevilla y otras ciudades andaluzas en el viaje de fin de carrera, en el que disfrutamos y vivimos el sobrecogedor fervor de la Semana Santa y la acogida generosa y alegre de sus gentes… gracias amigo por evocar en mi estos recuerdos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.

En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.