Poetisas que vivieron

Anne Sexton, Sylvia Plath, Teresa Wilms, Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, Violeta Parra. Una hebra tenue de poesía las cose a la vida, que dejaron precipitadamente para adentrarse en la neblinosa estancia de cuya incertidumbre dieron fe sus propios versos. No admiramos el valor o el quebranto para replegarse a la sombra de la eternidad de estas mujeres que lucharon contra sus monstruos y que hicieron de la derrota un monumental homenaje al laberinto que nos habita a los seres humanos. Ni admiramos el mito, el esplendor de la tragedia que rodea el día de su partida. Dicen que Anne Sexton se fue el mismo día que se entrevistó con su editora para coronar su última y valiosa obra. Teresa Wilms, alentada por sus trastornos y poco tiempo después de presenciar el arrebato de un enamorado admirador que se descerrajó un tiro frente a ella. Alfonsina Storni, ya saben, alimentando la leyenda de su dulce abismarse en el mar. Y así tanta épica, Violeta y el disparo maldito antes de su actuación; Alejandra, y la desobediencia de su cordura; Sylvia, las fuerzas que emigraron.
Las admiramos porque el poderoso músculo de su poesía, la sensibilidad y el atrevimiento para desnudar su angustia y ofrecérnosla con la clarividencia de quien sabe mirar por debajo de la superficie han logrado convertir su partida en una locura sabia, una equivocación magistral, una caída a un pozo de luz.
Hay una huella de amante intensa, amante del amor y de la vida, que me apoca y arrincona la visión sesgada que como hombre he podido construir sobre el hondo latido de las cosas que pasan a mi alrededor. No son heroínas pero ¿cómo llamar a quienes tiran de mi melancolía y me la llevan a rociarles versos como pétalos de crisantemos sobre su recuerdo?
Es un acto de justicia que no responde a ningún aniversario, ni a ninguna coincidencia simbólica. Es una pulsión de fanático por el corazón erudito de mujeres que supieron bucear en las calderas de la existencia y que se dejaron quemar felizmente supurando de brillo a través de sus poemas.
Converso con ellas porque han dejado versos como puentes, para saltar al otro lado, donde han de estar celebrando que no hay invierno celestial que eclipse la esencia de lo que fueron sus primaveras.
Converso con Anne Sexton ¿Qué haces?/¡Déjame sola!/¿No ves que estoy soñando? En un sueño nunca tienes ochenta años. Y con Teresa: Habló su boca sin palabras como los viejos órganos de las catedrales y dijo: Duerme, duerme, el sueño es la aurora del día eterno.
Me dice Sylvia que Edad y miedo, como enfermeras, la cuidan,/y un ahogado, quejándose del frío, se agazapa/saliendo a la orilla. Y Alejandra: Pero hace tanta soledad/que las palabras se suicidan.
Y mientras Alfonsina se adentra en el mar buscando a su dios sin lengua, a la espera del milagro, Violeta regresa a los diecisiete, después de vivir un siglo porque es como descifrar signos/sin ser sabio competente.
Todas viven hoy conmigo, en este pequeño reducto de belleza que fertilizo con las mejores palabras que hallo: las suyas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.

En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.