Entre los hábitos que han implantado las redes sociales destaca el de alentar al apoyo a causas justas. Llueven las solicitudes de firmas o las promociones de actos simbólicos con que se patenticen la disconformidad, la indignación o la oposición contundente. Pero creo que no me equivoco si afirmo que el propio mecanismo de divulgación, el viaje frenético de la yema de los dedos por encima de enlaces y botones virtuales, ha podido ir conformando cierta actitud acomodaticia que tiene más de cataplasma para la conciencia que de pólvora eficaz.
Pero he aquí que se expande en Marruecos un fenómeno que me obliga a matizar lo que concibo al respecto. A mediados de abril una campaña tejida desde el anonimato en las redes propone boicotear tres marcas adscritas a empresas que han subido abusivamente los precios de sus productos. Y lo que fue en un principio el arranque de una furia internáutica se va extendiendo como una mancha sobre el océano y llega a los mismos salones de la Bolsa. Se trata de productos lácteos de la marca Danone, de agua mineral Sidi Ali (muy popular en Marruecos y en manos de un poderoso grupo económico) y de gasolina suministrada por las estaciones de Afriquia, empresa igual de poderosa que la anterior.
La actitud de los marroquíes, hombres y mujeres, frente a estos productos ha llegado al punto de provocar descalabro y rabia en las contabilidades de los empresarios, quienes no han tardado en tirar de demagogia para aducir que se perjudica a las familias que dependen de los salarios de sus empresas.
Lo más probable es que logren reconducir la situación para su beneficio. Pero ya nadie priva a los marroquíes del placer de provocar la caducidad masiva de los yogures Danone, o el rechazo en los bares de las botellitas de agua más populares, o la soledad de las estaciones de Afriquia. Y lo que es más importante: han dejado una señal en las redes, una marca de jurisprudencia para que los futuros y necesarios boicots que se promuevan en nuestra sociedad occidental (y en todas, claro) se provean de musculatura histórica y tengan el efecto que persiguen.
Uno ahonda en la noticia y descubre que detrás de esos grupos económicos boicoteados hay una componenda política que maneja los hilos de las instituciones del país alauita. Entonces el efecto contestatario aumenta y la ejemplaridad se multiplica. Ahora falta que nos proporcionen éxito los nuestros. Eso sí, sin la práctica mezquina del linchamiento. Porque con el linchamiento estaríamos incendiando el valioso instrumento que nos encamina a cambiar las cosas y solo nos serviría para mirar abducidos el fuego de la indignación. Los marroquíes, hombres y mujeres, han hecho las cosas con más inteligencia.
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