Series, ficción y futuro

Sí, manifiesto que yo también veo series, pocas, sin continuidad, pero las veo. Y para que conste a los efectos oportunos de no alardear de vivir por encima de la turbamulta, firmo la presente en este momento. Veo Black mirror. No esperen un comentario sobre el valor de la misma. Ya el periodismo serio y el boca a boca culto han pontificado sobre su originalidad y su acierto. Solo me interesa resaltar que después de algún capítulo, lo que solo era trama, truco narrativo para seducir al espectador, me ha dejado un poso de cavilaciones palpitando suavemente en el imaginario.
Es más que conocida la literatura de anticipación. La mente iluminada de escritores como Orwell o Huxley que tejen una distopía que con el tiempo acaba acercándose a la realidad. Pero siempre tuve la impresión de que la creación de esos mundos tenía algo de levadura fantástica que los hacía demasiado épicos en el momento histórico de su publicación como novelas.
Sin embargo, en uno de los capítulos de Black mirror, por ejemplo en el titulado Caída en picado, están tan cercanos los mimbres con los que se construye el mundo distópico narrado que me resulta más difícil sustraerme al sobresalto. Muy resumidamente, el episodio transcurre en un mundo en el que las personas son calificadas (y pueden hacerlo con otras, claro) con puntuaciones de una a cinco estrellas en cada interacción social en las que son protagonistas. Nadie escapa a este forma de puntaje, de manera que hay un sistema (el oscuro sistema) que tiene registrado el cuadro de los honores y las pifias de cada uno. Y a partir de los dictados del sistema, los ciudadanos y las ciudadanas tienen acceso a los parabienes sociales: créditos, integración en círculos sociales, asistencia sanitaria, etc.
Hasta aquí todo podría parecer una imaginativa especulación anticipatoria. Pero ¿qué sucede cuando uno lee que el gobierno de China pretende establecer un sistema de calificaciones semejante? Nos tienta ponernos apocalípticos pero no lo vamos a hacer. Solo diremos que hay un factor, entre otros, que podría escaparse de nuestras manos: la confianza social. Ya no será cada uno quien determine en quién confiar o en quién no. Podría ser la enorme telaraña de puntuaciones la que estableciera a quién podemos mirar de frente o ante quién tenemos que desviar la mirada.
Y ahora me pongo yo a hacer mis pinitos anticipatorios. Creo que se dará la circunstancia de la aparición de maltratadores o delincuentes depravados descubiertos para sorpresa de la comunidad ante los cuales el vecindario, que opinaba: «era una persona muy normal», ahora tendría que cambiar su formulación: «es increíble, tenía una puntuación altísima».

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