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Mamá Bardem

 

No voy a entrar en cuestiones ideológicas, ni personales, ni intrapersonales. Pilar Bardem fue una actriz de la A a la Z, una dama de la interpretación en todas sus formas. Merece todas las flores, todos los reconocimientos, todos los aplausos, todos los besos, todas las ovaciones y mil oles por su arte. Casi nunca se habló del arte de esta señora; es más, quedó en un segundo plano-en sus últimos días-por culpa de esa estrella antipática que es su hijo Javier Bardem. Qué tío más antipático, falso, borde e hipócrita. En EEUU es tan simpático, con ese inglés de Oxfó que Dió le ha dao. Ojalá tuviese la misma gracia con el público de su país, qué rápido ha cambiado el olor del jamón y la tortilla por el C.Klein One. En cuanto a la matriarca Bardem, creo que fue una dama en todos los sentidos. Hoy no es el día, ni tengo ganas de entrar en si fue contradictoria desde el punto de vista ideológico, monetario. La conocí en ese film de Almodóvar, Entre tinieblas, y hasta ahora sigo defendiendo su arte. Hoy se ha muerto una gran actriz, y en la tierra se encenderán muchas velas por ella- este artículo es una de ellas- y en el cielo los ángeles la recibirán con cariño.

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Salir de Canarias para existir

 

Qué difícil es creer en ti mismo, en esta tierra, donde el éxito se paga caro, muy caro. La envidia, el odio, la mediocridad, la falta de progreso y ciudadanía conforman la estructura de los muchos espíritus que salen de las cloacas para desmoralizar a un escritor, a un empresario, a un profesor, a un albañil, etcétera. Pasa del mundo. Trabaja duro, muy duro. Deja la pereza atrás – ardua tarea, pero no imposible-, no dejes de soñar y nunca dejes de ser un niño lleno de ilusiones: un joven que se quiere comer el mundo. Pasa de los mediocres, de los parásitos, de las ratas, de los falsos predicadores. Hace unos días leí un artículo bello- y maternal- de la Abreu sobre Canarias como paraíso, como algo más que un espectáculo natural y humano que consume el turista. Bonita idea, preciosa idea pero desde tiempos primitivos: hay que salir del paraíso para ver la luz. Hay que salir, ser expulsado, nominado por el destino y salir del paraíso. Hay tantas cosas. Cosas raras y pueblerinas que cansan: no escribas sobre este, no digas esto, no bailes así, no te hables con él. Canarias debe ser, y no parecer lo que otros quieran ver. Por ello es necesario, al menos para mí y todos los jóvenes y gentes con ganas de cambiar de vida-como cambian los animales de pelaje-, salir de aquí;  cruzar el océano sin miedo a los tiburones. «Bro, los tiburones los tienes aquí».

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Ciao Mila Ximénez

 

 

 

 

Hay mil formas de empezar este texto sobre Mila Ximénez, porque siempre hubo múltiples personajes y personalidades dentro de ella. Fue una mujer auténtica; una figura a nivel moral y ético que ejemplifica muy bien la era televisiva que estamos viviendo: la cosa no es tener razón, ser más o menos honesto, venderse o no a la mejor productora sino saber defenderse, gritar y, por supuesto, meterle carbón a ese tren del espectáculo que es “Sálvame”. Sin duda, Sálvame es Mila Ximénez. Telecinco es Mila Ximénez, y esta época de memes también es Mila. Era una bestia, una pantera televisiva que se comía a cualquiera; era un puto miura que arrancaba hígados ( María José Galera; entre otros) y desenterraba cadáveres cada vez que la productora lo ordenaba.

 

Todo por sobrevivir, era la mujer darwiniana en medio del coto tatuado del que aprendió a jugar con fuego sin quemarse. 

 

Mila era divertida, inteligente e inocente, descarada y tímida, valiente y cobarde a partes iguales, traidora y honesta, de aquí y allá. Esa dicotomía hacía de ella un famosa atractiva, para las cámaras y los espectadores con ganas de guerra y morbo. “A la hoguera ese personaje”, le habría ordenado Adrián Madrid (creador y copropietario de La Fábrica de la Tele, donde vivió, murió y como el ave fénix volvió a resurgir esta gran dama de la telebasura); ella quejándose o llorando accedía tirando a cualquier mujer u hombre a la hoguera. ¡La inquisición! Mila quemaba a sus víctimas en la gran hoguera. Bebía ginebra, mientras miraba el espectáculo llorando. Se arrepentía, pero al día siguiente hacía lo mismo. Bebía, bebía, bebía hasta joderse el hígado; el mismo órgano que sufrió su ira desmedida y su falta de amor propio. Da igual, lo importante es la audiencia. Lo importante es ir a favor de obra, ¡cuántas veces habrá escuchado eso! Todo por la audiencia, todo por la fama, todo por la pasta, todo por ser la número uno. Se parecía mucho a Encarna, salvando las distancias. Mila detestaba a Encarna por mil cosas, y dos mil más, pero se parecían mucho, mucho, mucho. Ambas podían ser tan dulces como las nubes, y tan ácidas como la lejía. Las dos están arriba. Creo que habrá movida en el cielo.