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Teresa y su enemistad con el tiempo

Santa Teresa de Jesús, por el genial Agustín Sciammarella. ©
Santa Teresa de Jesús, por el genial Agustín Sciammarella. ©

Cuando Teresa me saluda lo hace con envidia. Es obsceno ver envidia donde no la haya, pero en este caso hay algo más que eso. Ella envidia a los jóvenes, porque morirá sin haber escrito algo mínimamente valioso y catalogable en el Index librorum prohibitorum. Teresa solo escribe para su círculo, para sus palmeros que son los de todos. Los palmeros se apuntan a todo, sea quien sea. Teresa escribe para ese círculo de aburridos. Ella se aprovecha. Mete dos o tres giros eruditos, y a eso lo llama literatura. Teresa es educada como mi maestra de Ávila, pero jamás será como la de Ávila porque no es generosa con los otros. Y en esta vida quien no da, no recibe. Teresa es educada, pero aburrida: siniestra: quizás, sea algo más que una vieja enemiga del tiempo, de un tiempo que para ella, ya, pasó. También, pasará mi tiempo pero siempre estaré abierto como el pelícano ante las generaciones venideras.

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Pequeño socialista

No puedo con esos «pequeñonicolases» que harían cualquier cosa con tal de llegar, de llegar a no sé qué sitio que ellos llaman poder. Estos sujetos harían cualquier cosa con tal de alimentar ese ego. Ese ego de monstruo, ese odio hacia el otro. Pisar al otro, aunque sea su madre. Son gentuza, chusma y lo peor es que en la política hay muchos. Gente analfabeta emocional y culturalmente, chusma de paja que busca la foto con cualquiera que tenga nombre y apellido. Estos seres, que son la peor categoría del género animal, no se forman con libros: algunos son técnicos, memorizan y ahí se queda la cosa. Otros se limitan a las conferencias (que no las entienden, muchas) o videos que resumen/manipulan; y ya con eso se creen cultos y ciudadanos democráticos.
Dejar de mentir, el ciudadano que vive en una democracia debe formarse continuamente y siempre sometiéndose a la voluntad de la verdad. Esta gente no sabe de eso, solo conocen de falos. Muchos son hombres, el que yo conozco es un hombre. Un hombre malo, nacido de las alcantarillas: de muy abajo. Muchos hemos venido de abajo, pero después de horas y horas y horas y horas de formación intensa- autodidacta o asistida-hemos llegado a ser ciudadanos. Este ni se forma ni es ciudadano. No soy nadie para repartir tarjetas de buen o mal ciudadano, pero un buen ciudadano no es un trepa. Continuar leyendo «Pequeño socialista»

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Suelo

Las paredes de este patio son como el aire fresco que me relaja la muñeca. Es raro que a un escribidor no le duela la mano. Escribir al igual que boxear son verbos que duelen: revientan ojos y destinos. En las paredes solo hay alegría, ilusión de quien viaja a la otra tierra porque para mí Tenerife es otra tierra. Otra tierra que hoy es mi tierra. Agito la mano, me duele el radio. Será de escribir boxeando, o boxear escribiendo. Un saco de ilusiones está en las paredes. Ilusiones en japonés, alemán, chino, croata, árabe; ilusiones que no están limitadas por una gramática o una nacionalidad sino por la identidad del viajero que no es turista. La identidad del viajero es multicultural, no se inclina ante las ideologías sino ante las llaves de su albergue si caen al suelo. Al suelo que es de todos.