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La condición humana

Esta tarde he sido secuestrado por un millar de ratas, después de haber sido drogado por lo onírico. Me creía dormido. ¡Qué equivocado estaba! Desperté, y me encontré con la Rata Peluda: un bicharraco de metro setenta; excesivamente peludo, pelos lisos. Parecía un gato gigante. Las ratas sonríen, cuando se enfadan. Sentí miedo. Acercó sus paletas a mi nariz. Comenzó a masajear con pequeños mordiscos. Detuvo su masaje. Inclinó su macrocuerpo para lo que es una rata. Se acercó a mi oreja: «Visita mi templo». Desperté. Y recorrí todas las cloacas hasta llegar a su templo, el alma humana.

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Sombras del Bentayga

Roque Bentayga
Roque Bentayga

Tras de mí hay un foco eléctrico que refleja una sombra obesa. Esa sombra habla por mí, esa sombra soy yo. No. Ni yo soy yo, ni esa sombra forma parte de mí. Las sombras lo han tomado todo, y la mía-en este caso- lo ha invadido todo. Soy un reflejo de ella. Voy a donde ella quiera y como lo que ella desea comer y vivo sin vivir en ella; o ella vive sin vivir en mí. Es una sombra outsider, se la suda la física o la lógica. Va por libre. Sale por ahí a sabiendas que siempre la defiende el foco eléctrico. Comienza a encenderse. Shpppff. Aparece en la pared para escaparse de mí. La persigo. Se esconde dentro del Roque Bentayga. Es nuestro punto de unión. Ahí ella se reconcilia con mi cuerpo y conmigo. Ahí se encuentra a sí misma junto a la piedra y la luz del cielo.

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La vida aburrida

La vida es un soplo. Un ladrido. Un gemido angustiado por la monotonía de los días, las semanas, las décadas y las vivencias que giran como una noria. Una vez le dijeron a Julia «la vida era un aullido interminable: un aullido agudo y temible que te empuja». La vida es lo que quiera que sea, será alegre o acompañada de algún ruido. La mía estuvo ahogada de bostezos, sin aire. De bostezos perfumados y estáticos que te obligaban a parar los pies contra un muro. Comenzabas a dar golpes contra el muro hasta romperte las piernas. A ver si así mueren los bostezos. Nunca he llegado a asesinarlos. Los bostezos con aire, aire caliente y maloliente son necesarios para las pócimas de los brujos: lo respiras y giras en círculo hasta perderte de la verdad (ellos no mueren, tú sí). Los bostezos acaban con la vida. Te condenan a morir después de haber muerto en vida habiendo renunciado a ella: a la niña bonita, a la vida activa.