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¿Qué es la literatura?

 

Uno de los placeres de publicar un libro es escribirlo, sin duda. Es el súmmum de la literatura: investigar, documentarse, pillar la inspiración y ponerse a currar en ese libro como si de un bebé se tratara. Cuando publiqué Narcosirenas, mi primer libro que salió al mercado, fui muy feliz con la aceptación del público y fui más feliz con la presentación del libro. El hecho de invitar a los lectores a la presentación del libro y que estos dejen su vida de lado para venir a verme es un orgullo, una satisfacción que me sonroja. Además de los dos ponentes y buenos amigos, Guadalupe Martín Santana y Jesús Ibrahim Chamali. Sin ustedes nada habría sido posible. Siempre he defendido el proceso de escritura y de formación como el más importante para el escritor. Más allá del ego, del aplauso, de los pringaos que quieren vender sin calidad literaria está el encuentro íntimo con la literatura que sólo se produce cuando le das todo tu ser . Hay que darle todo a la literatura, para sentir su cuerpo encima del tuyo. Así es ella, es todo o nada. Cuando te bendice con su belleza tienes el cielo ganado, pero es tan generosa como justa con los mafiosos literarios que sacan rédito vendiéndole mentiras a las personas. No me gusta engañar a la gente, ni me gusta que me engañen a mí. Si presentas una obra artística, que sea con la máxima calidad; dalo todo. La literatura suele vengarse de los que venden y compran a las puertas de su sagrado templo.

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Carta a Josefina de la Torre

 

Josefina de la Torre, años 20. Copyright Biblioteca Nacional de España.
Josefina de la Torre, años 20. Copyright Biblioteca Nacional de España.

 

Estimada Josefina: El tiempo nos ha enseñado, a vos y a mí, que todo se encuentra. Hasta uno a sí mismo; uno con los otros, uno con el mundo y uno con la nada, porque al fin y al cabo somos una nada que se perpetúa en hijos y nietos. Rondabas por las sordas paredes sin saber que eras fruto, fruto bello que da sombra a miles y miles de estudiantes que se han replanteado la maternidad por tu poesía. Todos ellos somos tus hijos. Considera a cada uno de los lectores que han pasado por las sábanas de tus páginas como hijos tuyos. Permíteme el halago, quizás la osadía: eres maravillosa, una mujer que cantó bailó y se lo pasó bien en una época donde ser feliz no estaba de moda. Duele querer dar frutos y no poder, pero la adopción es la solución: dar fruta a quien no la tiene, dar una mejor vida, un cariño inmenso y tener un hijo de la vida. Ese niño ha sido parido por la vida, pero usted podría ser  su madre. Te digo otra cosa, algunas veces es mejor no tener hijos a tenerlos. Son muy pesados y otros acaban con la tierra, la esencia y la armonía de quien los cría.

 

Un beso,

Sikabi.

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El hombre de las aceitunas

 

Mirad al hombre moreno de pelo largo, pantalones vaqueros, sonrisa firme y ojos claros que va todos los días de casa al templo y del templo a la oficina. Su rutina cambia todos los viernes, cuando va a una cueva a esconderse del mundo porque hay que esconderse, algunas veces, de todo. Ahí está con su puñado de aceitunas. Cada aceituna que se lleva a la boca es un enemigo menos que tiene, que perdona. Se alimentaba y enterraba después los huesos, porque eso le enseñaron las piedras de esa cueva: a perdonar, a enterrar el pasado y ver con paciencia cómo crece el olivo.