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Houellebecq y las máscaras de un provocador

 

Michel Houellebecq y Depardieu en la película "Thalasso".
Michel Houellebecq y Depardieu en la película «Thalasso».

 

Escena de fondo anaranjado. Ambiente tenso. Houellebecq es apedreado por salafistas y reaccionarios, mientras unos simpatizantes de Marine Le Pen se burlan de su dolor imitándolo. Todo el mundo se burla de Houellebecq. Todo el mundo se burla del escritor, pero como dice verdades (algunas bien maquilladas y otras de látex) y nos retrata tan bien: lo perdonamos. Decir verdades te salva aun siendo un provocador. Ser provocador, para Houellebecq o para mí, es una forma de divertirse como ir al karaoke y molestar al público con tu horrorosa voz. Provocar es divertirse, no más. Pero si esa provocación viene acompañada de una verdad, ya eres peligroso para el sistema; y por eso Michel tiene mi admiración personal e intelectual porque dice verdades sobre el sistema sin salirse del sistema y alimentándose del sistema en sus múltiples variables. Otra cosa hermosa que tiene Houellebecq es la generosidad. Es más generoso con sus enemigos que consigo mismo. Lo supe leyendo “Sumisión”. Jamás he visto un análisis tan moderno, tan de calle, tan coloquial, tan natural de los musulmanes que viven en el mundo occidental. Critica esa vertiente radical/politizada del islam a favor de un islam democrático, de un sistema multicultural, de una Europa democrática que progresa apartando a los intrusos ideológicos, financieros, políticos, teológicos. Europa tiene que ser, más allá de lo dictámenes de los enemigos (o falsos amigos) de Europa. Houellebecq es eso: un amigo que se hace pasar por enemigo, porque decir verdades a casi ningún amigo le interesa.

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María Teresa Fernández de la Vega, elegante

 

 

María Fernández de la Vega, elegante.
María Teresa Fernández de la Vega, elegante.

 

Es interesante la afirmación de María Teresa Fernández de la Vega: «Cuando una mujer da un paso, todas avanzamos». De la Vega pertenece a la tradición de Santa Teresa de Jesús, mujer libre que camina y lucha a pesar de la tormenta patriarcal o los fuertes vientos que desean tumbar, acabar con cualquier mujer inteligente. Santa Teresa de Jesús lo fue, y por ello fue acosada por la Inquisición patriarcal de entonces porque el patriarcado es un camaleón, es un litro de agua venenosa que toma cualquier forma con tal de seguir existiendo. De la Vega es el paradigma de mujer libre que es libre por sí misma, y no por una discriminación positiva (¡horrorosa expresión, ojalá le cambien el nombre!). Llegó a ser, gracias a su propio esfuerzo. M.T. F. de la Vega es otro ejemplo de mujer inteligente formada en la dialéctica de María Zambrano, Campoamor, Emilia Pardo Bazán. Toma su voz de todas esas mujeres, y otras muchas, para crear su propio discurso. De la Vega es una mujer guapa con un discurso elegante, es un baobab firme en sus ideas y en su estética donde los colores huelen a África. Lo más bonito que tiene María Teresa es su libertad, dice lo que cree conveniente. De la Vega es uno de esos baobabs verdes y hermosos que acabarán con la chulería histórica del anticristo patriarcal.

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Póngame dos kilos de presunción de inocencia

 

No existen los imputados, ni los investigados ante los ojos de la sociedad. Ser «investigado» por un caso de corrupción de menores o acoso no sale gratis. Tus vecinos, tus enemigos, tus compañeros de trabajo (o Facultad), tus enemigos, tus exs no entienden de eso. Algo habrá hecho, dirán. ¡Qué desgracia más injusta para los que son condenados siendo absueltos! Seguro que se acuerdan de Jesús Vázquez con aquel caso: pobre Jesús, ese caso es una manchita negra (muy, muy negra) en su carrera. Fue absuelto, pero: ¿quién repara toda esa humillación? ¿Y ese dolor? Ahora está pasando lo mismo (supongo) con Plácido Domingo. Lo acusan de acoso sexual. Lo peor, lo asqueroso, lo repugnante es que sin existir una sentencia ha sido condenado por la profesión. La Asociación de Orquestas de Filadelfia lo mandó a tomar viento y en la misma línea la Ópera de San Francisco. Todavía no hay ni una investigación, y el pobre hombre (pobre, repito) ha sido condenado. ¡Qué poca vergüenza!, no se me ocurre otra expresión. Si Plácido cometió lo que le imputan, y se demuestra ante un juzgado que así fue: debe ser condenado, pero después de la sentencia. Este blog siempre se ha caracterizado por su honestidad, por ello continuando en esa línea (de la que nunca saldré) juro seguir escuchando a Plácido sea inocente o culpable: es una afirmación políticamente incorrecta, pero el arte es otra cosa. Será condenado (en un supuesto o no), pagará y será el mismo Plácido musicalmente hablando. Moralmente será lo que cada cual opine, porque opinar es gratis como dice Ranya.

Dos amigos en concierto ( Miami, 1991)