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Houellebecq y las máscaras de un provocador

 

Michel Houellebecq y Depardieu en la película "Thalasso".
Michel Houellebecq y Depardieu en la película «Thalasso».

 

Escena de fondo anaranjado. Ambiente tenso. Houellebecq es apedreado por salafistas y reaccionarios, mientras unos simpatizantes de Marine Le Pen se burlan de su dolor imitándolo. Todo el mundo se burla de Houellebecq. Todo el mundo se burla del escritor, pero como dice verdades (algunas bien maquilladas y otras de látex) y nos retrata tan bien: lo perdonamos. Decir verdades te salva aun siendo un provocador. Ser provocador, para Houellebecq o para mí, es una forma de divertirse como ir al karaoke y molestar al público con tu horrorosa voz. Provocar es divertirse, no más. Pero si esa provocación viene acompañada de una verdad, ya eres peligroso para el sistema; y por eso Michel tiene mi admiración personal e intelectual porque dice verdades sobre el sistema sin salirse del sistema y alimentándose del sistema en sus múltiples variables. Otra cosa hermosa que tiene Houellebecq es la generosidad. Es más generoso con sus enemigos que consigo mismo. Lo supe leyendo “Sumisión”. Jamás he visto un análisis tan moderno, tan de calle, tan coloquial, tan natural de los musulmanes que viven en el mundo occidental. Critica esa vertiente radical/politizada del islam a favor de un islam democrático, de un sistema multicultural, de una Europa democrática que progresa apartando a los intrusos ideológicos, financieros, políticos, teológicos. Europa tiene que ser, más allá de lo dictámenes de los enemigos (o falsos amigos) de Europa. Houellebecq es eso: un amigo que se hace pasar por enemigo, porque decir verdades a casi ningún amigo le interesa.

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Comunicado de la Facultad de Ciencias Jurídicas

 

A 10 de septiembre de 2019, la Facultad de Ciencias Jurídicas está sufriendo un grave problema que afecta a la gran mayoría de alumnos. Existe un supuesto error informático con la asignación de grupos- y asignaturas solapadas-que ha provocado un caos, que no ha permitido el curso regular de las clases. La Administración, por otro lado, no atiende a los alumnos –no ayuda a buscar un solución- tanto que, hoy, dejaron a cientos de alumnos sin ser atendidos. A esto se le debe añadir las malas formas del señor administrador, que fue preguntado por una alumna sobre esta situación y la respuesta del señor fue: « vete a mamarla». Malas formas que vienen acompañadas por una nula autocrítica: qué si el programa está saturado, qué si la culpa es del Rectorado (parte de razón tienen, porque llevan años sin solucionar un problema de personal que nunca llegan a contratar), qué si la gente no subió los documentos (falso, ya que muchos han subido sus respectivos documentos y continúan sin grupo). Por todo ello, exigimos más personal- cualificado, preparado y mínimamente educado– en la Administración. Exigimos, a su vez, que la Administración amplíe su horario de tal manera que abra por la tarde, al menos un día a la semana. Y por supuesto, solucionar este problema que nos ha dejado (a la gran mayoría de alumnos) vergonzosamente sin clases. Esta situación no es puntual: se repite año tras año, descaradamente. Pedimos una solución a todo este caos que denigra la imagen y la calidad de la ULPGC.

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Póngame dos kilos de presunción de inocencia

 

No existen los imputados, ni los investigados ante los ojos de la sociedad. Ser «investigado» por un caso de corrupción de menores o acoso no sale gratis. Tus vecinos, tus enemigos, tus compañeros de trabajo (o Facultad), tus enemigos, tus exs no entienden de eso. Algo habrá hecho, dirán. ¡Qué desgracia más injusta para los que son condenados siendo absueltos! Seguro que se acuerdan de Jesús Vázquez con aquel caso: pobre Jesús, ese caso es una manchita negra (muy, muy negra) en su carrera. Fue absuelto, pero: ¿quién repara toda esa humillación? ¿Y ese dolor? Ahora está pasando lo mismo (supongo) con Plácido Domingo. Lo acusan de acoso sexual. Lo peor, lo asqueroso, lo repugnante es que sin existir una sentencia ha sido condenado por la profesión. La Asociación de Orquestas de Filadelfia lo mandó a tomar viento y en la misma línea la Ópera de San Francisco. Todavía no hay ni una investigación, y el pobre hombre (pobre, repito) ha sido condenado. ¡Qué poca vergüenza!, no se me ocurre otra expresión. Si Plácido cometió lo que le imputan, y se demuestra ante un juzgado que así fue: debe ser condenado, pero después de la sentencia. Este blog siempre se ha caracterizado por su honestidad, por ello continuando en esa línea (de la que nunca saldré) juro seguir escuchando a Plácido sea inocente o culpable: es una afirmación políticamente incorrecta, pero el arte es otra cosa. Será condenado (en un supuesto o no), pagará y será el mismo Plácido musicalmente hablando. Moralmente será lo que cada cual opine, porque opinar es gratis como dice Ranya.

Dos amigos en concierto ( Miami, 1991)