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Constancia

Constancia. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia a pesar de los dolores de cabeza galdosianos. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia a pesar de los vampiros/vampiresas de falsos sentimentalismos. Constancia. Constancia. Constancia porque me niego a los celos carnívoros de los mediocres. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia para ser feliz. Constancia. Constancia. Constancia. Constancia para la travesía. Constancia, queda menos para llegar a Cambridge. Constancia. Constancia. Constancia en invierno. Constancia, no importa el frío. Constancia. Constancia con la paciencia. Constancia para no quedarse dormido en verano. Constancia. Mucha constancia. Constancia.

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La Feria del Libro y el respeto

Las batucadas en la Feria del Libro son una metáfora de cómo están las literaturas y las ciencias, en general, en este país. La Feria del Libro debe ser un templo para el conocimiento, pero el conocimiento necesita sus silencios para las presentaciones de los libros: silencios para la voz del intelectual y su obra: silencios alemanes para entender el mundo. La Feria del libro es el espacio de todos, vale: pero, también, el respeto tiene su parcela. El respeto para los que no participan de esa batucada afrocaribeña. Metáfora de ruidos, bailes desordenados, manifestación ronca a favor del trabajador (pero, en contra de los obreros del libro). La Feria del Libro es un espacio para las ideas, el templo de las ideas. Qué a nadie se le olvide que para entrar en el Templo (del santo libro, de sidi libro) tenemos que descalzarnos del mundanal ruido.

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Rafa del Toro, la leyenda

Rafa del Toro junto a sus admiradores
Rafa del Toro junto a su gran familia en el Pabellón Juan Beltrán.

Los guantes del maestro huelen a gloria: son las manos de todos los dioses orientales y occidentales, que inclinan sus cabezas ante el maestro. Los guantes de este genio son Patrimonio de la Humanidad. Guantes honrados, éticos, rápidos, hermosos que se mueven en el aire como un pájaro en busca de la libertad. Rafa del Toro es el águila que busca la luz de la libertad, hasta encontrarla, para después convertirse en todo un dios. El dios del ring. El dios humano, humilde y sapientísimo que nació hombre y se convirtió, después de mucho esfuerzo, en una institución divina dentro de las artes marciales en Europa, España y en su patria canaria donde es profeta de profetas. Solo a un profeta se le vitorea-« ¡Raaafa! ¡Raaafa! ¡Raaafa!»- como lo han hecho con él. Su último combate, anoche, fue una ola omnipotente. Invadió el corazón de los que estuvimos en el Juan Beltrán Sierra. La ola de amor nos dejó gritando el nombre de este gran hombre entre lágrimas, lágrimas de admiración por el maestro que se supera a sí mismo y enseña a los neófitos- y a los doctos- a superarse. En su escuela he aprendido que el respeto y la motivación son el pasaporte para continuar en el tatami de la vida.