María
Recorrió siete montañas y siete lagos y siete angustias, antes de caminar sobre este manuscrito. Sobre esta ciudad-manuscrito. Es llamada ciudad-manuscrito porque todo lo que ves, en ella, es conocimiento: palabras en las paredes, en los carteles, en el suelo, en las cimas de las montañas. Cada rincón es un eslogan, una publicidad filosófica, una cita o un proverbio. Nadie puede entrar a la ciudad, digo nadie porque (casi) muy pocos conocen de su existencia; también, es cierto que pocos mortales se interesan por la luz. Casi nadie entiende leyendo, o lee entendiendo: o lee viviendo. María leyó y enseñó, conoció el conocimiento. Y ese mismo conocimiento la abrazo hasta la asfixia, para finalmente-casi muerta-invitarla a la ciudad de las luces.