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Santa Nardy Barrios

 

© Santa Nardy
© Santa Nardy

Nardy Barrios debe ser elevada a la categoría de santa. Podría ser una santa para la Iglesia y para el pop, una especie de Santa Teresa de Jesús que es proclamada santa- Santa Nardy, amén- por la santa sede, o por el mismo Andy Warhol. Nardy lo tiene todo. Viste con colores vivos, populares, modernos: todo un icono posmoderno de la moda. Iba a escribir: «de política no entiendo». No es cierto, conozco la teoría política y la política (no son lo mismo); pero en este artículo solo me referiré a la condición de Diva (en mayúscula) de una mujer empoderada. Estamos ante una señora diva. Esta condición se podría demostrar, científicamente: solo una diva mide el carril bici como lo hace ella, solo una diva habla con su naturalidad y temperamento. La diva de los barrios de Gran Canaria y Tenerife, porque ella es chicharrera de nacimiento y grancanaria de agradecimiento. Ella es del mundo, es la Bernarda posmoderna que va más allá del personaje lorquiano para hacer del mundo: un lugar alegre. Dejo de escribir. Cojo las llaves. Cierro la puerta. Hoy bajo por el ascensor. Salgo y me encuentro a Nardy en los buzones. Impresa en los folletos. Me lo leo. Nardy es una diva, me reafirmo en lo que digo. Camino hacia el portal. Las baldosas tienen el rostro de Nardy. Salgo a la calle. En las nubes está dibujado “Nardyyy Barios”. Alguien se ha comido una «r». Nardy está en las farolas, en el comentario de la gente, en las avenidas, en los institutos y en las universidades, en los libros y en las columnas de opinión. Hace dos días fue el santo de Catalina de Suecia. Hoy, es el de Santa Nardy.

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México

 

 

©Juan Rulfo
©Juan Rulfo

Si me muero enterradme en México. No tendría ningún inconveniente si estas manos (que escriben estas palabras), estos ojos o estos hombros que pesan tanto fueran enterrados en México. Para mí, México va más allá del universo mágico- hermosísimo y admirado- de Rulfo; o la voz de mamá Chavela (no digo su apellido, porque en México y en el mundo solo hay una Chavela: ella), o las decenas de horas de telenovela mexicana que he pasado con mi abuela Mbarka. México es la salvación. No me importaría morir en México o estirar la pata en este momento, en mi tierra canaria, mientras escribo sobre México. México es el paraíso en la tierra. A Eva y Adán no les habría importado quedarse toda la eternidad viviendo, despiertos o muertos, en esa tierra divina. Lo mío con esta tierra, con este pueblo, con esta magia es divino. Nunca he estado en México, creo que jamás viajaré a México. Lo venero tanto que no quiero llevarme una mala sorpresa, porque los sitios son- al fin y al cabo- sus habitantes. Tengo grandes hermanos en México como mi Mary– de Oaxaca-, no sé si algún día volaré a México. Mientras tanto seguiré amando a México como amo la vida.

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César Emilio González Déniz

Emilio González Déniz © Arcadio Suárez
Emilio González Déniz © Arcadio Suárez

La imagen que acompaña este texto demuestra la fisonomía de buena persona del premiado, Don Emilio González Déniz. Un hombre libre y honesto con la literatura y con la sociedad. ¿Qué puedo decirte, querido Emilio? La literatura está de fiesta. Acabo de verla en una manifestación con una pancarta grande, donde se lee lo siguiente: “Premiando a Emilio, premiamos a uno de mis mejores amigos”. Emilio es eso: el buen amigo de la literatura, comprometido con su tiempo, con la belleza de la palabra y las ideas. El César pudo ser inmortal ante los ojos de la historia, e incluso ante sus súbditos. Emilio es un mortal, no necesita a nadie en su cuadriga: es un hombre consciente de su condición de ser humano, porque Emilio es un ser humano de espíritu inmortal. Su cuerpo, como el de todos los seres humanos, se marchitará pero su literatura será la lectura y la salvación de quienes aman- o se acercan- a la belleza de la escritura pensada. Insisto, si en el carro de nuestro César Emilio hubiera algo sería su corazón plateado y dorado donde los dioses se miran cuando se olvidan de su condición de inmortales.