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Los pobres (según un burgués de pasado leninista)

 

La reflexión profunda y honesta nace desde abajo, desde los arrabales. Es mucho más interesante pensar, existir como un pobre a vivir como Marcel Proust. Esa visión aristotélica donde el creador debe ser rico y dedicarse sólo a sus trabajos intelectuales es anacrónica. Debe existir una independencia económica y personal, pero sin mucho ruido. La versión de intelectual que me interesa está en la visión del pobre frente al rico. El débil frente al fuerte. El arte se entiende desde la precariedad, desde la represión, desde los límites que nos da la miseria, mientras que tener la billetera llena hace te tumbes sobre el escritorio y tomes el sol. Hay que desnudarse para crear pensamiento. No hay metales para pensar, sólo ideas-como las que creó Diógenes, y no Platón-. Dando un salto bien grande, ¿recuerdan la historia de Diógenes con Platón? Platón fue un esclavo del poder, mientras que el cínico de Diógenes reflexionaba en contra de la alienación.

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Sombrero vacío de existencias

 

Ponerse el sombrero es cosa de caballeros y señoras de buenas costumbres y de buenas formas. Me da igual. No sé lo que escribir, hoy. No estoy en blanco. No estoy iluminado por la experiencia. La vida de uno es su mejor artículo. Hoy no he vivido lo suficiente, o quizás no he recordado con precisión lo vivido. Quiero mi sombrero de copa- con permiso de Mihura-, ¿para qué? Para seguir viviendo, para protegerme de los vientos con polvo y mala leche, para seguir escribiendo. El mejor sombrero del intelectual es su dignidad. Una vez que la pierde puede seguir existiendo, puede seguir siendo feliz pero en una felicidad enlatada. Para ser feliz hay que quererse mucho, creo. Quererse mucho pasa por tener dignidad. Tener dignidad, por otro lado, es ser honesto con uno mismo y con la ética. Uno puede estar bien consigo mismo asesinando a ancianas, pero hay una conciencia de la ética; ahí. Una conciencia de sombreros que impide ponerte el sombrero. Hola, ¿hay alguien ahí? Dime, soy yo. ¿Quién eres? Nada, pregunto por mí mismo. ¡Váyase, aquí no hay nadie! Póngase su sombrero, y siga su caminito de Jérez.

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María Jiménez

 

María Jiménez para Rolling Stone España. Jerónimo Álvarez, fotógrafo.
María Jiménez para Rolling Stone España. Jerónimo Álvarez, fotógrafo.

 

María Jiménez no sólo canta desde el coño, sino desde un espacio donde los dioses se quedan a las puertas. Un espacio donde sólo pueden entrar los débiles, los marginados, los genios, los estudiantes que se matan estudiando de madrugada, los funcionarios y todo aquel que ha sufrido. María es la alegría para los que han sufrido. Ella es el triángulo perfecto de la copla. Mucho más perfecto que el de Isabel Pantoja. Se equivocan los ingenuos que consideran a Isabel, la última de la Copla. La última grande es María Jiménez, porque no imita. Isabel sí, copia perfecta de las grandes, mientras que María fusionó copla, bambino music, flamenco, sabina music, bolero y bulería en una misma voz. La misma voz que nos dio a sus admiradores, a sus fieles amantes- toxicómanos de su arte- la alegría de su resurrección a la música. Una resurrección parecida a la de Cristo: no murió, porque ella es inmoral como el espíritu de Cristo. Y año tras años, será más inmortal para las generaciones venideras. María con su último trabajo musical, junto a Miguel Poveda, me ha recordado mucho a Chavela Vargas aunque no se parezcan en nada. Coincido con un colega en este punto. Cantó desde un rincón del alma, desde las profundidades del pantano espiritual, desde lo más hondo e inmaculado que pueda haber en la voz de un ser humano: su honradez. «María es una corazón valiente, de Luz, que vence a la oscuridad», eterna María.