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Las Canteras

Quiero, pero no debo. Quiero mezclarme con el mar sin convertirme en un narcosireno. Sólo quiero pasear por la orilla. Ver el horizonte. Sentir el frío mañanero que espabila a los obreros y a ese ejército de niños- y madres- que van al colegio Fernando Guanarteme. Quiero mar. Para saciar mi espíritu tengo que ver el mar, escribió Saulo Torón. Esta frase ya forma parte del ecosistema de Las Canteras, junto a la escultura del pescador. Ese pescador- o pescadora-es el artesano que se levanta para pescar, redactar sentencias, labrar o trabajar por el progreso de toda la sociedad. Me debo a la paciencia y a estos días hermosos, donde aprovecho para estudiar y disfrutar de cada instante. Somos humanos, nos podemos adaptar a casi cualquier ecosistema. Estoy adaptado a esta situación, a pesar de tener a Las Canteras muy lejos- y a la vez muy cerca-. Pronto volveremos a escribir poemas sobre la arena, pronto nos bañaremos en las aguas sagradas de nuestra playa.

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El cielo azul en tiempos de coronavirus

 

Estoy debajo de una ventana rememorando la alegría de la mañana. Me asomo al universo azul. Por primera vez en mucho tiempo disfruto del cielo. Del milagro atmosférico con sus nubes, que son como líneas picassianas sobre el gran lienzo de la vida. Este destino, en estos tiempos de coronavirus, me ha permitido levantar el freno de mano y sobrevivir volviendo a la esencia: disfrutar del paisaje que hay en mi ventana- ¡gracias a la vida que podamos asomarnos a la ventana o a la terraza!- o el paraíso que se está creando en mi interior, en estos tiempos -sin rey, ni reina-.

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En contra de Slavoj Zizek

 

Zizek, ¡despierta!
Zizek, ¡despierte!

 

Zizek, en su último libro, Pandemic! Covid-19, nos demuestra que tiene más arte de tertuliano que de filósofo. Empieza su libro planteando el comunismo como elixir contra el coronavirus. Entre la página 14 y 23, nos invita a no pensar en la libertad de mercado y enfocar nuestros esfuerzos en destruir el capitalismo. ¿Puedo ser sincero? Creo que este señor se mete una dosis muy elevada de alguna sustancia que desconozco. El capitalismo, como macroconcepto, seguirá existiendo. Las grandes familias del capitalismo seguirán igual de poderosas- donde, como es lógico, no están los nuevos multimillonarios que menciono más abajo-. Entonces, ¿ en qué va a afectar esto a nuestro sistema capitalista? Afectará, por desgracia, a los pilares del sistema: a los autónomos que nos violarán en la oscuridad bursátil, a los funcionarios cuyo sueldo se verá recortado por el gobierno, a los empleados de la vida- a la cajera del Hiperdino, al portero, al empresario que da trabajo, al obrero; en resumen a todos aquellos que no están en la pirámide de este sistema-. Nadie se salva. «Nadie» quiere decir Amancio Ortega e incluso el mismísimo Jeff Bezos. Habrá cambios financieros importantes, será un duro golpe para nuestros bolsillos. Pero, saldremos de esta si las «élites humanistas», término sartreano donde los haya, se ponen de acuerdo. Será un terremoto financiero en el mundo capitalista y comunista. Pero, las élites seguirán siendo intouchables. La única diferencia está en el nombre. En el comunismo se llama intelligentsia y en el capitalismo son «los otros»- como aquella peli de Amenábar– o son la «mano invisible» de Adam Smith (que se vuelve cuasi visible, de hierro cuando el sistema está en crisis por el Covid-19). Zizek, deje de decir tonterías. Dele gracias a Dios que no vive en Corea del Norte, para saber lo que es el coronavirus y el comunismo de verdad. El comunismo no es sentar su grupa sobre una silla de Ikea y comenzar a pensar sobre un escritorio Leroy Merlin; dándoselas de Marx. Ser comunista es un actitud ante el sistema financiero, por supuesto, y ante uno mismo. Zizek vive las ventajas del capitalismo, sin limitarse nada. Además de disfrutar de las hamburguesas ( I’m lovin’it), de los derechos de autor. Si usted fuera comunista no viviría de las rentas de sus libros. Uno, dos, tres. ¡Despierte!