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La orgía perpetua

 

«La orgía perpetua» es un libro precioso del señor Vargas Llosa, que marcó mi adolescencia y me enseñó a escribir ensayos sin necesidad de ser Newton (eso lo sabe bien mi maestro y amigo Eugenio). Lo que sí es una orgía perpetua es el «Sálvame» de esta tarde, y con esas supuestas orgías que se montan los futbolistas/actores. Estoy indignado con este Sálvame, que hace de inquisidor contra los famosos que quedan con los colegas y follan un rato. ¿Qué hay de malo? ¿Qué carajo es esto? Disculpad el tono, pero esto es inadmisible. Lo peor está en los videos y llamadas que son falso testimonio. Y el juego ambiguo: un futbolista con hijos, casado, con una pareja ideal. ¿Acaso os referís al sevillano de Nivea? Esta gentuza televisiva se ha convertido en la policía moral de nuestra época. Repugnante. Deberían sacar las fiestas privadas, las folladas colectivas del milanés que se injertó rubíes. Dejad a la peña vivir, por favor. Informad, pero no metáis miedo a los famosos; ni amenacéis, ni hagáis chantaje para levantar la audiencia. En el día del Juicio Final se darán explicaciones a Dios. En la tierra a Sálvame Limón, Naranja y Tomate putrefacto.

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Santa María de Guía es mi tierra

Santa María de Guía es la manta de seda, que me abriga hasta final de mes. Es la manta contra el frío. Y el queso de flor contra el hambre y el aburrimiento, porque el queso siempre es fraternidad. Me da pudor escribir sobre lo que siento: por eso me muevo entre la ficción y el ensayo en forma de “cápsulas disonantes”. Confieso, casi vestido, mi amor por Guía. No me importaría morir aquí. Si Néstor Álamo amó esta tierra fue por una causa importante: la belleza apocalíptica de sus montañas. Enfrente de nuestra oficina hay una montaña, donde reza la brutalidad más bella del paraíso.

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El cantante frustrado

 

 

¿Cómo me comporto?, pregunta el dictador
¿Cómo me comporto?, se pregunta el dictador

 

Escribir es psicoanalizarse, es ahondar en las profundidades del alma cuando el escritor lo hace desde la honestidad. Me he propuesto hace tiempo dar un altavoz grande- con armonía y ruidos- a mi corazón. Hoy le he preguntado a mi corazón mientras trabajaba: cómo debo tratar con un tirano sin convertirme en un espejo; un dictador que abusa de su poder frente a los débiles. No me gusta que se haga daño a los débiles. El dictador- más despiadado que el almirante de Sasha Cohen– humilla y escupe su ego contra los débiles. El ego se debe reservar para los cuerpo/cuerpo o las situaciones donde haya igualdad, pero no contra los débiles que apenas tienen mantas para taparse. Ellos no. Sé que es un cantante frustrado, ¿qué culpa tienen los débiles? ¿Acaso no son los débiles los que le dan de comer? La música es un ejercicio de humildad maravilloso, siempre que no sea encima de un escenario. Porque encima de los escenarios viven los personajes. Vos sos un personaje que cambia ante un superior, y te transformas en la peor de las madrastras contra los que puedes. Ellos, nuestros hermanos. Ellos que han buscado, con las manos rotas y la boca a punto de desfallecer, a su Ítaca. Ya han llegado a Ítaca. Soy como un padre o un psicólogo contigo, pequeño dictador (pequeño, a pesar de tus muchas décadas que te pesan como siglos de pandemia). Pero, con ellos no. Con este servidor puedes cantar y exponer tu batería de personajes llenos de ego y odio, pero con los protagonistas de este momento de mi vida: no. Por fin han llegado a su Ítaca. No te voy a permitir amargarles esta alegría con tus continuas humillaciones, insultos y desprecios de hombre supremacista blanco (¿qué habría pensado el de Tunis sobre este personaje?)