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Carmen Flores: un nombre propio

 

 

 

Lola por aquí, Lola por allá. Todo el mundo está con Lola Flores en la boca, en la cama mientras ve su documental, en la ducha. Es justo que Lola esté en todos los lados, que sea elevada a la categoría de diosa omnipresente. Pero, no es lógico que nos olvidemos de Carmen Flores; una de las grandes. Carmen es algo más que la hermana de una gran artista, Carmen es y nunca podrá dejar de ser. Ojalá esta España feminista y avanzada sepa la labor que hizo Carmen: cantar para sacar a sus cuatro hijos adelante; siempre con la ayuda de Lola, todo sea dicho. Pero, más allá de las circunstancias de cada artista o el temperamento que vende y mucho; quiero hablar de arte. De ese arte, del enclace video que adjunto junto a este texto. Hablar de Carmen, como una de las dignas heredas de la tradición coplística. Qué tema, qué poesía, qué verso, qué queer style, qué manos tan bien acompañadas por esa voz rota. Carmen es tantas cosas que me ahoga decirlas todas a la vez. Si la voz de Carmen tuviera un nombre sería de cal y mirto, amapolas en las hierbas finas, de compás y duende, mucho duende como dice mi buen amigo.

 

Ahora bien, ¿por qué Carmen no llegó a mucho en España? Son varias las razones, por supuesto: por ser la hermana de Lola Flores (o hija como dicen las malas lenguas, muy malas); y desde luego porque a Carmen le tocó vivir en un contexto donde la copla se vendió a la prensa amarilla, rosa y a los billetes verdes de mil pesetas. Lola Flores es artista y personaje (no lo escribo de forma peyorativa), mientras que Carmen sólo fue artista y humana: no se llegó a convertir en un personaje, porque Lola interesaba mucho más (interesar más a la prensa, también quiere decir que recibió más palos; mejor dicho, recibía palos y mazazos por cada uno de los Flores).

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Carta abierta a Najat Hachmi

 

 

 

Encantado de escribirte, Najat, aunque no nos conozcamos personalmente; pero sí cordialmente, ya que tu libro “El último patriarca” forma parte de mi vida personal, literaria. Siempre has sido muy honesta con lo que escribes, eres trasparente, no juegas a doble blando. Me gustan las escritoras libres que se expresan en libertad, pese lo que pese. Sabrás que hay una polémica servida en el patio de la opinión pública, y debo decirte que no estoy de acuerdo contigo; respecto a tus últimas declaraciones contra el velo de la diputada Fatima Hamed. Permíteme corregirte; confundes dos términos: el velo como tal y la obligatoriedad del mismo como política de estado que se apoya en la religión- parafraseando a Fatima Mernissi, en su libro “El poder olvidado”-.

 

El velo ha sido y es un arma para enfrentar a las mujeres y a los hombres; sitúa a la mujer en un segundo plano para eliminarla o silenciarla como sujeto independiente. El hiyab hay que contextualizarlo. Yo he tenido muchas compañeras de facultad que lo llevaron , no por una imposición de papá, mamá, quiero casarme, tengo un pelo de mierda y lo quiero esconder: no; mis compañeras, reconocidas juristas, empleaban el velo como un elemento de libertad, de identidad, de pertenencia y de moda. Hoy en día, en occidente, es un elemento decorativo e identitario. Muchas jóvenes no entienden la lectura del hiyab como elemento para silenciar a las mujeres, porque han sido criadas en occidente y muchas no tienen lecturas: ni Janata Bennuna, ni Nawal Saadawi, ni Fatima Mernissi. Emplean el velo sin  comprender la dimensión intelectual que pueda tener.

 

El velo es moda e identidad. Por lo tanto, es bueno que se haya reunido la señora Hamed con las “otras políticas”. Es sano ver una diputada libre, independiente, inteligente, locuaz y encima con un pañuelo en la cabeza. No creo que debamos satanizarlo, hay que quitarle el peso dogmático y religioso. El hiyab, para las jóvenes, nacidas y criadas en occidente es elemento decorativo y pasajero, porque casi todas ellas se lo quitan cuando empiezan en el mercado laboral (eso es otro debate, ¿no señora, Hachmi?) o cuando ellas lo crean conveniente. Insisto, el mundo moderno debe despolitizar el velo y hablar de un hiyab laico, de un hiyab pop, de un hiyab queer, de un hiyab feminista, de un hiyab para individuos libres. El velo debe ser como un collar o un tatuaje de la mano de Fátima: un elemento más de la cultura pop, nada más y nada menos. Najat, el velo es un contexto y un individuo. Cada cual tiene sus razones para llevarlo o no, y en eso consiste la democracia: llevar o no ese trozo de tela, pero siempre libremente; y en contra de esa frase de McLuhan: “Callaros y que no os vea”. El velo no puede ser un elemento pasivo, por imposición, por sumisión; el velo debe ser pensamiento, arte, dialéctica y empoderamiento. Ahí está la señora Hamed gritando, debatiendo, pensando y luchando por sus ideales progresistas como lo haces tú, Najat.

 

Lo importante no es el trozo de tela, sino lo que hay debajo: una cabeza inteligente y con discurso.