
Nuestra sociedad ha librado su particular cruzada contra los ancianos, contra nuestros mayores. Aunque nunca somos mayores, como diría mi buen amigo Pedro de Pablo-conocido como «Cid de Pablo»-. Hemos secuestrado a nuestros mayores en residencias, sin tener la paciencia de soportarlos como ellos nos soportaron de niños. Hay casos y casos, en cuanto a la otra cara de la moneda que es la infancia. Hay progenitores que no pueden cuidar de sí mismos, y por consiguiente de sus hijos. E hijos que no pueden con el peso de sus padres. Aun así son tus padres. Yo renunciaría a un futuro prometedor por cuidar a mis padres, porque como, bien, dice una amiga cubana: « Quien no quiere a sus padres no quiere a nadie». Suponiendo que los padres de uno sean lo peor, «lo fatal» como diría Rubén Darío: son tus padres. Es muy sano llevarse bien, o cordialmente con ellos. Son tus padres, a pesar de los golpes y el pasado: son tus raíces. Un día se irán. Volviendo a la «gerontomaquia», término cuya autoría se la debemos a Franco «Bifo» Berardi que no se equivoca cuando habla de ese virus, ese coronavirus, que va en contra de los ancianos, de los octogenarios. Parece que todo va en contra de la tercera edad, en estos tiempos posmodernos. Antaño simbolizaban la sabiduría y el respeto. Hoy son aburridos, pesados y una carga para la seguridad social. Siempre digo que me siento muy gitano, ¿sabéis por qué? Por su respeto y consideración a los mayores. Cuando un gitano se vuelve viejo se vuelve sabio, se vuelve casi siempre patriarca o matriarca.
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