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Sombrero vacío de existencias

 

Ponerse el sombrero es cosa de caballeros y señoras de buenas costumbres y de buenas formas. Me da igual. No sé lo que escribir, hoy. No estoy en blanco. No estoy iluminado por la experiencia. La vida de uno es su mejor artículo. Hoy no he vivido lo suficiente, o quizás no he recordado con precisión lo vivido. Quiero mi sombrero de copa- con permiso de Mihura-, ¿para qué? Para seguir viviendo, para protegerme de los vientos con polvo y mala leche, para seguir escribiendo. El mejor sombrero del intelectual es su dignidad. Una vez que la pierde puede seguir existiendo, puede seguir siendo feliz pero en una felicidad enlatada. Para ser feliz hay que quererse mucho, creo. Quererse mucho pasa por tener dignidad. Tener dignidad, por otro lado, es ser honesto con uno mismo y con la ética. Uno puede estar bien consigo mismo asesinando a ancianas, pero hay una conciencia de la ética; ahí. Una conciencia de sombreros que impide ponerte el sombrero. Hola, ¿hay alguien ahí? Dime, soy yo. ¿Quién eres? Nada, pregunto por mí mismo. ¡Váyase, aquí no hay nadie! Póngase su sombrero, y siga su caminito de Jérez.

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María Jiménez

 

María Jiménez para Rolling Stone España. Jerónimo Álvarez, fotógrafo.
María Jiménez para Rolling Stone España. Jerónimo Álvarez, fotógrafo.

 

María Jiménez no sólo canta desde el coño, sino desde un espacio donde los dioses se quedan a las puertas. Un espacio donde sólo pueden entrar los débiles, los marginados, los genios, los estudiantes que se matan estudiando de madrugada, los funcionarios y todo aquel que ha sufrido. María es la alegría para los que han sufrido. Ella es el triángulo perfecto de la copla. Mucho más perfecto que el de Isabel Pantoja. Se equivocan los ingenuos que consideran a Isabel, la última de la Copla. La última grande es María Jiménez, porque no imita. Isabel sí, copia perfecta de las grandes, mientras que María fusionó copla, bambino music, flamenco, sabina music, bolero y bulería en una misma voz. La misma voz que nos dio a sus admiradores, a sus fieles amantes- toxicómanos de su arte- la alegría de su resurrección a la música. Una resurrección parecida a la de Cristo: no murió, porque ella es inmoral como el espíritu de Cristo. Y año tras años, será más inmortal para las generaciones venideras. María con su último trabajo musical, junto a Miguel Poveda, me ha recordado mucho a Chavela Vargas aunque no se parezcan en nada. Coincido con un colega en este punto. Cantó desde un rincón del alma, desde las profundidades del pantano espiritual, desde lo más hondo e inmaculado que pueda haber en la voz de un ser humano: su honradez. «María es una corazón valiente, de Luz, que vence a la oscuridad», eterna María.

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“Apunta adonde duele, que todo irá bien” de Rosy Robayna

 

Portada del genial libro hecha por la pintora Saro Armas.
Portada realizada por la pintora Saro Armas.

 

El libro de Rosy Robayna es una novela de verdades, donde el corazón es un ente independiente con dos manos para escribir; unos labios para besar y una sonrisa para enfrentarse a las alegrías y a las penas de la vida. Rosy ha hecho lo que pocos, escribir un libro sólido marcando la diferencia con la literatura líquida que reina nuestras librerías, que lidera nuestros escaparates. El libro de Rosy es luz, Luz en mayúsculas que se asoma a primera hora de la mañana, mientras el aire fresco llena nuestros pulmones de mar y alegría. Rosy Robayna y su hija literaria «Apunta adonde duele, que todo estará bien» se encuentran en la historia de la literatura canaria. Hay libros que se publican para dárselas de escritor o escritora; o para ligar más o para matar el tiempo. Rosy Robayna ha escrito literatura, con la belleza que sólo una escritora de la experiencia y la sensibilidad conoce. Grande, entre las grandes. Su libro es un faro, una calle donde las gentes discuten y se aman, una pistola a punto de disparar a un tirano o a uno mismo. Su libro es la vida. La vida que merece ser leída.