Camilo, en los últimos años, vivía condenado al pasado como pasa con la gran mayoría de las glorias de este país. Condenado, agarrado al palo del pasado porque este presente es para los cretinos y los farsantes, porque este presente de artistas de chatarra no respeta la tradición. Camilo Sesto es tradición. Forma parte de la historia musical del mundo junto a Julio Iglesias, Nina Simone o el mismo Caruso. Pero, Camilo en sus últimos años era “El operado”. Sus canciones, su repertorio, su vida y su gloria eran objeto de burla porque en España el artista debe ser perfecto. Es lo que tiene pasar por un quirófano: puedes salir como un bellezón venezolano o como Camilo. Pero, ¿qué importa? Lo intentó y no salieron bien las cosas. La cuestión va más allá del bisturí, Camilo es y seguirá siendo el eterno Peter Pan: siempre niño, siempre joven, siempre guapo, siempre rodeado de amigos que existen divirtiéndolo. Era un niño en cuerpo de hombre, nunca mandó en su vida (en mi opinión): todo se lo dejaba a los secretarios, a los asistentes, a la ama de llaves. Lo suyo solo era cantar, interpretar, continuar con el espectáculo.
«Perdóname, perdóname, perdóname. Si hay algo que quiero eres tú.»
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