La toxicómana de los dulces

Perdida en sí misma. Se siente mal. Vagabunda que recorre las noches en busca de un helado de dulce de leche, una tarta de queso con mermelada de arándanos o algo dulce. Cuando dan las once se transforma en una toxicómana en busca de su dosis. Llama por teléfono o se pide algo por alguna app. Se presenta el chico y le deja propina. Ella lucha, ella combate contra la ansiedad. Su única arma es esa tarrina de dulce de leche, o esa cucharita que barre con cualquier trozo de tarta. Su adicción es dulce: se niega a las drogas duras. Lleva mil noches así. Le cuesta respirar. Está gorda, pero es feliz comiendo. Solo es feliz comiendo, pero (¡ay!) de esas noches donde la app no funciona o la cocina cierra pronto o. Se convierte en una loba, una loba carnívora. Corre como un camión en medio de las dunas. La loba compra a su presa. Es feliz. Sabe que cada vez que engorda está más cerca de la muerte. Lo sabe y mejor que nadie: es médico. Si ella quiere ser toxicómana en su libertad, ¿qué podemos hacer sus amigos?